jueves, 22 de marzo de 2012

L as Loyalty. L as Loneliness

No me vean
Un día como cualquier otro, revisaba las repisas de libros que cobijan a la televisión de la sala de mis padres. Eran las 11 de la mañana, yo aún traía pijama. En la planta baja estábamos sólo Chayo, la mujer que nos ayuda en las labores de la casa, y yo. No sabía que estaba a punto de encontrar una frase que haría estallar mis ojos, como dos presas que no pueden más el agua. "El hombre es el único ser vivo que se sabe solo".
Inmediatamente giré mi cabeza hacía el jardín. Ahí estaba bugui, mi perrito de 5 años. Pobre Bugui, está solo, sin nadie más de su especie al rededor, sin nadie que le responda sus ladridos, sin una pareja a quien olerle la cola cada vez que ésta esté en celo. Bugui, ante mis ojos, se volvía el protagonista de la frase "solo como un perro". Y no fue hasta que ví mi reflejo en la puerta de cristal que separa la sala de estar y el jardín que me dí cuenta había alguien que se sentía más sola, y no era Bugui... Era yo.
Corrí a mi cuarto, encendí un cigarro y con la mano libre tomé la pluma fuente que me regaló Adolfo en Navidad. Escribí la frase en el cuaderno que guardo para mis cuentos y paradójicamente me dí cuenta que no tenía a alguien con quien contar.
Por eso escribo, porque me callo, y si me callo mucho me da cáncer. Todas mis historias están basadas en hechos reales que no cuento a casi nadie, que en todo caso, muestro o regalo para que lean. Soy un cofre, y no hay precisamente joyas dentro.
Perdí a una amiga, quizá la relación más estable y duradera que yo hubiera tenido con un ser humano que no llevara mi apellido al final de su nombre. Y creo que quizá ella era la única persona que realmente me conocía... Bueno ella y mi terapeuta, pero ella no es mi amiga, ella es mi psicóloga. No me río con ella, ciertamente no criticamos juntas, no me acompaña de compras ni me abraza cuando lloro por algo. Ni siquiera compartimos cigarros juntas. No bebemos juntas, no nos desvelamos juntas, no la consuelo, no le digo que la quiero, no me acuesto con ella en su cama para ver la tele, y evidentemente no le platico lo que ella me dijo a ella misma.
Desde hace meses que esa relación no existe. Y así como uno se siente cuando se termina una relación de noviazgo, eso siento en este caso. Es normal sentirse solo o vacío cuando uno se separa de alguien, es normal recordar solo los buenos momentos, es normal idealizar a la persona, es normal echarse la culpa de la separación, es normal odiarlo tantito, es normal sentirse anormal y es normal sentir que todos aquellos seres humanos que nos ven en la calle (o peor aún, que nos conocen) saben que nos han "dejado" o que hemos terminado con alguien. Creo que todo eso es normal, lo que no sé si sea normal es cómo lo voy viviendo yo.
a veces me asomo poquito.

Para las personas que hayan leído esta columna con anterioridad, no será sorpresa saber que yo no me siento dentro de la norma, así que la pregunta, aunque retórica, a cerca de la normalidad de mi sentimiento, es estúpida.

A partir de entonces me he puesto a leer muchísimo, una locura. Dos o tres libros por semana, eso jamás me había pasado, no por gusto, tal vez un par de veces antes por deber estudiantil. Quizá porque he querido distraerme, quizá porque mientras leo alguien más es el protagonista de una vida y no tengo que mirar la mía.
Decía Ernest Hemingway "There is no friend as loyal as a book" y justo eso pasó. Los libros no cambian de acuerdo a tu estado de ánimo. Los libros tienen historias escritas, plasmadas, que no cambian.Los libros tienen la maravillosa cualidad de no ser volubles y aún así hacernos reaccionar de maneras distintas. Suave es la noche de Fitzgerald es igual de suave en mi edición del 2010 como lo fue en su primer tiraje en el 1933.
Cuando leo un libro siento que alguno de sus personajes se vuelven mis mejores amigos, que el autor es mi íntimo y que sabe todo de mí, como yo sé todo de sus personajes. En un libro, ninguno de los protagonistas se pueden esconder. Aunque lloren a puerta cerrada, se sabe cuántas lágrimas y cuántos mocos soltaron. Se sabe cómo fue el sexo con tal o cual personaje, se sabe lo que siente por fulano y lo que sutano siento por el primero. No hay escapatoria, en las novelas la vida es transparente. A los personajes se les dota de una sinceridad que jamás fue de su elección. Así el autor se vuelve como un dios que les impone características y futuros definidos. Así los lectores nos volvemos omnipresentes, casi dioses, que pueden verlo todo.

A veces me asomo más que poquito.

Quizá esa aquello expresa la propiedad de la amistad, quizá por eso siento que ellos y yo somos amigos. Porque somos claros, porque ellos son transparentes y de alguna manera yo lo soy cuando los leo. Quizá es por eso que desde pequeña, mi primer amiga fue la niña de la caja de cerillos de Andersen. Con ella lloré y mostré mis más puros sentimientos de empatia sin sentirme rechazada o al menos, sin miedo a serlo.

A mis casi 30 años estoy rodeada de personas. "Amigos", gente a la que aprecio, pero gente a la que jamás en la vida me le he desnudado (metafóricamente) enfrente. Salvo por este blog, la gente no sabe cómo soy o lo que siento. "Tani, la mujer con máscara desde 1982", diría la introducción a mi ser.

Gracias a las redes sociales y a mis tremendas ganas por publicar mis estados de ánimo reales, la gente se ha dado un poco cuenta de cómo soy o como me siento, pero en la interacción física, los humanos con los que comparto fiesta, alcohol, música y risas fuertes, no saben que casi siempre me está cargando la chingada. La única persona que lo sabía se fue, se esfumó, "qué bonito!" diría Sid, el niño malo de Toy Story.
Tengo un secret heart, y ni mi familia ha llegado a conocerle.

A veces, cuando me pongo a pensar en quién soy, lloro. Bueno eso de aveces fue por hacerla leve. La verdad es que siempre que pienso en quién o qué soy lloro. A veces mucho, a veces poquito, pero siempre hay lágrimas. No sé si son bitter o sweet, pero son lágrimas.

¿Qué soy?, ¿la muchacha de pelo rubio y castaño que ríe y se pone ropa rara?, ¿la niña que no tuvo amigos en la primaria, secundaria y preparatoria?, ¿soy la hija que trató siempre de ser un ejemplo?, ¿soy la mujer que toma una sesión terapéutica cada semana?, ¿soy la mujer que visita al psiquiatra cada 15 o 20 días?, ¿soy la hermana mayor?, ¿soy la mujer del cuarto decorado padre?, ¿soy la novia de Adolfo?, ¿soy la ex de muchos otros?, ¿soy la ex amiga?, ¿soy la mujer que quiere cambiar el país pero que le da hueva todo el trámite?, ¿soy la mujer delgada y temerosa tirada sobre el piso mientras un ladrón puberto me pateaba tratando de quitarme la bolsa?, ¿soy la nieta del "maestro"?, ¿soy la muchacha sin abuelas?, ¿la chica que escribe un diario público?, ¿qué soy?, ¿soy todo eso y qué más?...
triste.

Hasta las gafas con aumento me quito en público. Si tengo que manejar las uso, pero una vez llegando a mi destino, me las quito y las guardo en la bolsa, no me importa si mis lentes chanel de 450 dólares se rayan. Algo está mal en mí, como para querer esconder tanto. Digo, hasta el pelo me lo pinto. Tantos picos en mis muñecas, tantos anillos en mis dedos, tantas telas colgando de mis hombros y caderas, esas botas que borran cualquier sentido femenino de mis pies... Tantos tacones tratando de hacerme lucir más alta. Tantas frases y tanto nerviosismo por contestar un simple "¿y tú qué haces?" a un extraño. ¿qué soy? Yo no sé y lo peor es que ustedes tampoco, nadie me puede decir.

Creo que por eso no he podido crear vínculos duraderos con más gente, porque no soy sincera, no soy como  esos personajes de novela que aunque cierren la puerta para berrear, les podemos oler el sufrimiento. Tampoco muestro felicidad, creo que porque siento que no me la merezco o que no es bueno mostrarla delante de otros, porque a mí me caga que alguien se pasee por la pasarela de la vida con el sombrero que yo no podido comprar (el de la felicidad, que está super in).

Todos nacemos solos, sí. Todos morimos solos, si. Pero y mientras? viviré sola también?
Gracias a la señora ruptura y el crónico malestar que provoca su visita, he pensado mucho a cerca de la lealtad. ¿Qué es la lealtad? Digo, ya busqué su significado en diccionarios y wikipedia, pero qué es? qué la hace vivir? qué la hace desaparecer?
El poeta Alexander Pope decía que en la historia, había más anécdotas de perros siendo leales que de amigos siéndolo. ... No puedo escribir nada después de ésto... Es como si ese Pope conociera mi situación.

Me siento sola, y no es que a veces no lo disfrute, es que desearía no estarlo siempre. Que fuera una condición decidida por mí, no una condición dada ya que todas aquellas personas que conozco no desean que nos acompañemos.

La soledad momentánea es vista como algo bueno, mientras que la que dura largos periodos es vista negativamente, salvo por los monjes. Oh sálvenme monjes.Pero como no soy uno de ellos, si no que formo parte de una sociedad donde la soledad no es bien vista, pues yo soy un ser raro que se refugia en la escritura y en la lectura, para conocer "gente", gente que no existe.

Aristóteles, soy un animal poco social. El zoo politikon (animal social pa los que no sepan) no es tan politikon, pero por eso mismo sufre, o sea que sí es una de mis características, porque sino no sufriría de no serlo.

Me aterra que me vean sin máscara. Me aterra hacer amigos reales, amigos que me vean.
Sólo a través de las letras puedo mostrar quién soy, sólo puedo hacerlo porque no veo las caras de quiénes leen esto.
Sin máscara, al menos por aquí.

viernes, 9 de marzo de 2012

El que se lleva (a la cama), se aguanta.

Son la dos de la mañana y acabo de servirme un whisky doble. Llevo dos sorbos que me saben dulces. No es el roble en el que estuvo guardado, y no es ningún sabor añadido al Johnny Walker etiqueta verde que le regalaron a mi padre en la Navidad, lo dulce es el sabor de la reconciliación.
Casi nunca escribo su nombre en este blog, a pesar de que muchas veces he escrito sobre lo que él me hace sentir, pero creo que hoy es el momento perfecto para mostrarle al mundo, (sí, a esos dos lectores que tengo), cómo se llama el único ser que me ha visto desnuda últimamente, sin contar al nieto del jardinero, de unos 8 años, que me vio sin blusa y sin brasiere por error, mientras recogía el pasto caído en batalla y aniquilado por su abuelo, frente a la puerta de mi cuarto.
Cuando no podíamos tocarnos.

No voy a hablar de cómo lo conocí, ni de las pinches mariposas monarcas que sentí en la panza estando en Canadá, anidando en mi esófago provenientes de Michoacán. No voy a hablar sobre lo hermosa que fue la primera noche juntos, ni de cómo fue de desastrosa nuestra despedida/divorcio. No voy a hablar de su cabellera larga y enredada, donde a veces he guardado secretos que ni él entiende. Tampoco voy a hablar de sus dedos manchados de pintura, acrílica por casas, de óleo por sus lienzos. No voy a hablar de su amor por una guitarra inexistente ni de cómo me hizo llorar las primeras semanas de nuestro romance. Voy a hablar de lo que casi ninguna pareja quiere hablar: Nuestros pleitos.
Esta foto me la tomé con SU cámara la primera vez que dormí en su casa. Quería dejarle un recuerdo eterno, no creí que duraríamos.

Como muchas parejas, peleamos por varias cosas: "No dijiste lo que quería escuchar"; "No atendiste el teléfono de prisa"; "Me hiciste cara fea"; "No tendiste la cama como me gusta"; "No te importé"; "No pensaste en mí cuando hiciste ésto o áquello"... "¿Te acuerdas de aquella vez que yo dije que sí a algo que quería decir que no? pues ahora te la cobro". Peleamos porque deja basura en mi auto o porque no alisa las sábanas de mi cama después de estar acostado en ella.
Peleamos porque le quedo mal en la hora, o porque no le aviso que siempre no voy a poder ir a una cita concertada. Hemos peleado porque me pongo borracha y él aún está sobrio; peleamos porque le digo que estoy gorda y él me dice que estoy hermosa.
Esta es de la primera vez que hubo amor en mi casa, la tomó él con mi cámara.

Peleamos porque quiero que piense lo que yo aún no he pensado.
Peleamos porque uno quiere sexo y el otro no.
Peleamos porque uno quiere estar a dieta y el otro quiere ordenar pizza.
Peleamos porque uno es vegetariano y el otro cree que eso está de moda.
Peleamos porque soy una exigente y se me olvida que le exijo a alguien que me ama.
Peleamos porque soy mandona; peleamos porque él quiere que yo reaccione, o viceversa.
Este día me pidió que fuera su novia.

Pero, ¿pues es eso lo que hacen las parejas no? Entre los besos, las caricias, las idas al cine, las cenas, las pizzas o sushis y las copas de vino, o entre las noches compartidas, la pelea (el desencuentro), busca un espacio para ejercer distanciamiento... Sólo se pelean quienes son cercanos.
Todos quienes amamos, hemos peleado a quien amamos. Si combatimos es porque tenemos una tierra común, que a veces es una cama.
Creo que hay cierta sanidad en combatir, demuestra que ambos estámos vivos, que ambos seguimos siendo individuos, que no nos hemos alienado, que dentro de esa pareja, aún hay pequeños rasgos de nuestra muestra heterogénea. A mí me encanta el pescado crudo, él no lo soporta. Yo amo el vino tinto, a él le da náuseas.
Cuando empezamos a vivir juntos, nuestra casa de amor. 

Su nombre es Adolfo Guerra, y él es mi batalla, la única que quiero luchar, el único ejército en el que me he enfilado.
En su apellido llevo la causa, y en mi nombre él lleva la suya: Tani significa "iluminada" en zapoteco. Sí, mi mamá es algo hippie.
Nuestra primer salida a desayunar como esposos. 

En una pelea lo más importante, en mi opinión, no es el poder ganarla, sino el poder reconciliarse. No es quién pudo más, sino Qué pudo anteponerse ante el doloroso triunfo del otro: te amo y prefiero seguir contigo.
Cuando mi Adolfo me llevó a comer un pan como el de Audrey Hepburn en Breakfast at Tiffanys por primera vez.

Me gusta pensar que somos él y yo contra el mundo.
"En la calle codo a codo somos mucho más que dos". Decía mi madre en voz alta cuando yo era pequeña, parafraseando a Mario Benedetti mientras iba manejando en el auto a mitad de camino entre mi escuela y la oficina de mi padre.
Aquí ya teníamos varias reconciliaciones. 

Así, peleados o no, Adolfo Guerra y yo vamos codo a codo en la vida, aunque a veces dejemos de sujetarnos las manos... Pero ¿qué ejército no tiene problemas internos? El ché tuvo que dejar el codo de Fidel; la revolución Mexicana dejó el codo de Zapata. Los gringos y los rusos se súper alejaron los codos al tirar el gobierno Nazi en Alemania. Sin embargo, ellos no tuvieron reconciliaciones... Mi Guerra y yo las tenemos, y eso nos ha hecho un ejército mucho más fuerte, aunque a veces le hagamos ojitos a los contrincantes.

Él me quiere tal y como soy, y yo lo amo por lo que es.
Aquí el amor había crecido tanto como su cabello

Algunas veces me ha llegado a importar lo que los otros ven de él. Soy humana, me afectan los juicios que hacen los otros. Pero el tiempo me ha hecho ver que esos otros ni siquiera pueden verme bien a mí, entonces cómo podrán ver bien a mi pareja? Digo, no me conocen tanto como él me conoce. No saben qué cara tengo a las 6 de la mañana, con sólo tres horas de sueño, enojada porque tengo que ir a trabajar con una cruda gigantesca. No me han visto hambreada, ni me han visto odiando algo mío. No me han visto siendo el monstruo que puedo ser. Adolfo en cambio, conoce a Mr. Jekyll y Hyde, y no se asusta. A los otros sólo les muestro el rímel y el labial chanel 09 lover. Adolfo me ha visto los labios resecos y los ojos rehúmedos, manchados por recuerdos casi siempre negros, como la mascara givenchy que uso.
La vida es hermosa, y brilla más a su lado.

Adolfo me ha visto gorda o flaca; aguada o firme, y en ambas ocasiones me ha dicho que soy hermosa. Me ha visto llorando, odiando, maldiciendo y tirada en el suelo. Los otros sólo sonriendo, amando y levantada cual árbol en primavera.

"Amar lo bueno es demasiado fácil, lo importante es que la quieran a una por sus defectos" Decía en el libro La Eternidad Comienza por fin un Lunes, y fue un lunes el día que conocí a Adolfo.
Estar lejos nos hizo más cercanos.

Cuando mi abuela materna murió, hace 20 años, mi abuelo Carlos escribió: "El hombre que quiere a una mujer no le puede decir, te quiero porque eres bonita, santa o rica, si en verdad la ama tendría que decirle te quiero porque eres tú". 
Y creo yo, que mi Guerra me ha querido por ser lo que soy, el soldado que a veces le voltea la cara, el soldado berrinchudo, el soldado llorón y enojadizo, el soldado que nadie quiso por lo anterior, por ser lo que soy.
Llegamos al punto en el que sólo yo sé descifrar sus getos.

Cuando tenía 18 años tuve un novio a quién yo quise amar como si el mundo estuviera a punto de fallecer, como si ese atardecer fuera el último ante nuestros ojos, como si quisiera arrancarme el corazón en su máxima potencia, para demostrar cuánto podía yo amar. Quise amarlo, quise amarlo tanto, pero gracias a dios él no me lo permitió: "Tani, ya no quiero andar contigo, eres demasiado complicada, te deprimes siempre". Sus palabras fueron un relámpago cargado sobre la copa más alta del árbol de mi ego. "No te quiero porque no eres fácil de querer" Parecía que me decía.
Pinche Juan Carlos (creo que era su nombre).
Sus labios saben a creme brule.

"No puedo Adolfo, tengo miedo, soy una Almendrita" Fue lo primero que le dije, que le dije en serio, desde el corazón. "Tú no eres Almendrita, eres un gigante". Fue lo primero que me dijo, que me dijo en serio, desde el corazón.
Juntos somos la fogata más recia. 

No creo en el amor eterno, ni creo que sea para toda la vida. Pensar en el futuro es pesado, y a mí no me gusta cargar más allá del peso que puedo ver, del que tengo presente. Ahora lo amo, ahora me ama, hoy peleamos, hoy nos reconciliamos. Eso no es garante de que así será siempre, pero ¿qué importa el siempre cuando no se puede tener en el momento?

Hoy cada quien tiene su cama, pero falta poco tiempo para que volvamos a compartir un campo acolchonado de batalla; donde otra vez su apellido haga gala. Sólo espero que las sábanas moradas que compartíamos sigan apasiguando las llamaradas de dos personas tan intensas que un king size se vuelve necesario.
Adolfo Guerra es la única guerra que también es cuartel.

Nos vemos tan bien juntos, que hasta otros nos toman fotos.