miércoles, 21 de diciembre de 2011

El abominable monstruo del ex novio.

Mujer de dos manos y una extra.


Buscando historias en la web sobre mujeres que están a punto de perder sus cabales como yo, Typeo la frase “Mujeres que perdieron ante sus ex novios” en el buscador más usado del mundo, Google.  No encuentro historias como la que estoy a punto de escribir, no hay sitios en los que la palabra mujeres y ex novio, no refieran a cómo recuperarlo.

“6 infalibles trucos para reconquistar a tu ex novio”; “Si deseas recuperarlo, debes leer este libro sorprendente lo más pronto posible”; “Presentamos el poderoso manual que garantiza te dará una ventaja casi injusta para recuperarlo y CONSERVARLO enamorado de ti por siempre”.  Rezan un montón de sitios web, incluso existe una página llamada: recuperaatuhombre.com
¿Qué demonios pasa?, ¿Qué nadie quiere escribir sobre cómo borrarlo de tu vida para siempre?
 “Créeme, todas hemos estado ahí como tú, hasta yo…”  Ciertamente ¡no! Gurú electrónica, no has estado donde yo estoy parada.

Mis ex novios no son un monstruo, sólo unos simples fantasmitas que de cuando en cuando se me aparecen a media noche… A media tarde, a medio día, a media cena, a medio beso con otro, a medio viaje, a medio libro, a media canción, y ante cualquiera cosa que pueda ser divisible, ¿Estará mi ex novio en los átomos?

“Queridos ex novios, en este pueblo no cabemos los dos”. Lo he recitado un par de veces, incluso lo he escrito mucho antes de haberlo hecho aquí.

“¿Tu novio te dejó? Antes de querer matarte entra acá”
¡Diablos!, y ¿A dónde entro si me quiero matar porque no me deja?

No él, estoy segura que ya nos hemos superado mutuamente; o al menos hemos superado el dolor que deja la separación, un dolor que casi siempre viene por el miedo y la falta de compañía, no por amor. Para entrar a la internet tratando de encontrar cómo regresarlo a tu vida, hay que estar ardida. Cuando se sufre no por el vacío, sino por amor, por amor fuerte, de ese que duele desde el recto hasta el hocico, en un sentido inverso a la digestión,  una ni siquiera tiene el tiempo o la cabeza para el WiFi.
El fantasma acosador!


Me ha costado mucho trabajo deshacerme de algunos fantasmas. Gasparines que rondan sobre circunstancias aleatorias, como avenidas, colores, fragancias (esas son las peores); platillos o bares.
Cada vez que calzo algunas de mis Doctor Martens, no puedo evitar pensar en que tal o cual fantasma, le gustaría ver cómo ahora llevo vestido y botas justo como las que usaba su ídolo en adolescencia.
O cuando estoy en alguna cita con mi actual compañero, y ambos mordemos una pierna de jamón serrano al unísono del hambre, otro fantasma se posa justo a mi lado y me recuerda “tú y yo solíamos hacer lo mismo, también en tu casa”.

Cuando he estado en la cama con otro hombre, me es casi imposible no compararlos. Lo bueno es que casi siempre pierden los ex, de lo contrario esto sería una carta de suicidio.

Cuando viajo y entro a alguna tienda de ropa, zapatos y diversos artículos modernos, por un microsegundo deseo no haber terminado con tal o cual persona, sólo para poder llevarle de regalo el objeto que sé, es perfecto para él. ¿Quién se lo va a llevar?, ¿Se perderá tal tesoro?, ¿Jamás lo tendrá?, ¡Pero si es perfecto para él!

Una vez encontré la más magnífica y perfecta playera vintage para un ex novio, él nunca lo sabrá y lo que es peor, nunca la tendrá.

A veces es más fácil encontrarles cosas a los extintos que a los que siguen vivos dentro de nuestros corazones.

Los fantasmas aparecen por temporadas.

Algunas veces le toca al ex ex novio; algunas otras al ex ex ex novio; otras al noviecito de la secundaria; pero lo peor es que le toque turno al simple ex. Porque está tan próximo, tan cernano, que no hay que escarbar tanto. Su cercanía quizá no es en tiempo, pero si en espacio deshabitado.

Se torna aún más difícil enterrar a una persona viva cuando todos tus “amigos” lo siguen respirando. ¡Ay! Pero tú debes comprender que entre ellos sigue habiendo una “bonita amistad”.
Me gustaría gritarles “¡Llévense su amistad lejos de mis ojos!”

Hacerlo sólo parecería que estoy más loca de lo que acepto estar. Me daría una desventaja, y la gente común tomaría mis palabras erróneamente, como un “no lo ha olvidado, lo sigue amando”. Justo como Google lo hizo.

Los humanos debemos entender que recordar no siempre es añorar o mirar el pasado con nostalgia. No deseo estar con ellos de nuevo, por el contrario, deseo que se larguen de una buena vez.

Que se larguen del terreno que piso; de las estrofas de canciones que cantamos juntos; de la comida que engullimos; de los cines y películas que vivimos; que se vayan de mi vida. Me imagino, que el hecho de que se queden un ratito en la memoria, es la prueba fehaciente de que hemos adquirido experiencia por esos medios. Y yo, sí quiero que la experiencia se quede, más no sus espectros.

Uno de mis mayores miedos al volver a esta tierra tequilera, fue precisamente toparme face to face, con el hombre que dejé.

Después de casi 5 años y varias botellas de cerveza, tuve que huir del país para alejarme de él y acercarme a mí misma. Lo logré, me obtuve frente a todo pronóstico, no sé si me hice mejor Tani, pero sí una Tani que se gusta más a sí misma.

Al hacerlo, tuve que dejarlo atrás, y era fácil mirarlo por arriba de mi hombro, detrás de mi espalda. Allá en la tierra del sol, había dejado a un pequeño hombre bueno. Sin embargo nunca tuve que confrontar el tan llamado closure.

Al minuto de haber cortado con él por una llamada de larga distancia en mi teléfono móvil, (se imaginarán el precio en dólares que tuve que pagar), preparé dos capuccinos y una pasta arrabiata; lavar el baño y decirle a mi exjefe que no podía quedarme horas extras. Era un día normal para mí. ¡Claro!, porque él estaba lejos, y lejos se quedaba su fantasma.

A la mañana siguiente fui a comprar huevos y leche. Le preparé el desayuno al amor de mi vida, y nos quedamos en la cama hasta que la tarde llamara por un par de cervezas, que se hicieron seis.

¡Qué importaba!, el señor estaba tan lejos como mi español. Ah, pero cuando tuve que volver, por la razón que haya sido, no puedo negar que en algún minuto del vuelo 787 de Continental Airlines con destino a Guadalajara, pensé en él y no de una manera romántica.

Temí verlo.

Después de dos años ambos luciríamos distintos, and yet, we both knew how we look naked. Y no sólo en cuerpo, también en alma. Yo sé cómo le disgusta ser espontáneo; cómo le gusta comer queso quemado; cómo sólo se pone pedo dos veces al año; sé que a veces se siente fracasado y conozco la profunda devoción que le tiene a su madre. Sé que su ídolo es su hermano y que aunque le gusten ciertas prendas, jamás se las pondrá gracias a una vergüenza que es injustamente más grande que su ego. Sé que como intérprete de su arte parece un hombre arrebatado, y cómo cuando baja del escenario, es un tímido muchacho que jamás dirá no, no porque siempre esté dispuesto, sino porque los no’s le pesan más que la guitarra.

No sólo yo era la poderosa. Él sabe que no me gustan las frutas; que amo como de igual manera temo a mi padre; que mientras más alto el copete mejor y que mi color favorito es el leopardo. Sabe que siempre estoy a dieta debido a una gran inseguridad de mi parte. Sabe que siempre hablo y hablo y si bien me va, sólo hago la mitad. Sabe que no me depilo siempre y que el seno pequeño es significativamente más chiquito que el otro. Supo que en la cama, me gusta intentar cosas fuera de lo normal, y yo supe que a él no.

Sabe que me gusta ir a reuniones intelectuales, e iba a pesar de que a él le cagaban.

Ambos tenemos mucha información destructiva.

Cuando volví, creí que ambos habíamos cambiado tanto que aquella información no sería de utilidad. Sin embargo, si me detengo poquito y leo todo aquello que escribí sobre lo que él conoce de mí, y si me detengo un poco más y pienso en todos aquellos detalles que no escribí, quizá esté en lo contrario.
Algunas cosas cambiaron. Puede ser que él le tenga menos miedo a la vida y puede ser que yo intente hacer cada vez más lo que digo que haré.

De la manera que sea, este ex me atosiga en esta ciudad.
Por todos lados está él, y si no está, no tarda un “amigo” en mostrarme su último álbum. ¡A mí que coños me importa! Por favor, no lo hagas tan abiertamente, piensa que el público puede tener sentimientos.

Muchas mujeres acabaron destrozadas por sus antiguos amores, tal es el caso de la hermosísima Leonora Carrington y Ernst Max.

La pobre vivió con el fantasma de ese hombre sobre sus rizos negros. Hasta en sus obras se aparecía. Tuvo más amantes, se casó con otros, mientras que cuando estuvo con esté, ella era la otra. Sin embargo, siempre pensó que Max estaría presente en su vida, incluso cuando se mudó a México y él tenía un mecenas del tamaño de Peggy Guggenheim.

Como el primer encuentro entre Peter Pan y Wendy, Leonora siempre logró que sus futuros hombres le cocieran la sombra de Max a los pies.

Yo no quiero el fantasma, mucho menos querré la sombra. Pero a veces persigue.

Mis temores se hicieron realidad la noche de un noviembre. Me encontré a un pasado casi borracho en un bar al que ni quería ir. Un amigo suyo me saludó muy amablemente, lo que a mí me hizo pensar que no habría ningún problema en regalarle un “hola”.

Le dije a su amigo “¿Aquí está A? lo quiero saludar.”
-“¿Segura?”
-“Sí, por qué no?”
Y en eso estaba, cuando él pasó a mi lado. Tuve miedo, de ese que calienta las entrañas y te hace actuar sin antes haber pensado. Puse mi mano derecha sobre su hombro y dije –“Hey A, ¿Cómo estás?”

Me mandó al diablo, me saco el brazo de su zona vital impetuosamente y salió corriendo del lugar. Detrás de él, su séquito, para quienes ni la mirada valgo.

 Me dejó ahí, con un “hola” sobre el aire y un montón de críticas a mí misma. –“Si ya sabías, si ya lo habías pensado en el avión, ¿qué te hizo querer saludarlo?”

No era la cortesía, era las ganas de encontrarle la cara al fantasma. Era un “déjame en paz”; que ciertamente para él fue dejarlo en la guerra.

Me regresé a mi trinchera, donde quiero pensar, muchas mujeres nos hacemos compañía. Protegidas de fantasmas que no queremos más, ni queremos en nuestras vidas. Y allí me quedé, con un débil “Hola” sobre el cuello, que me ahorcaba y no dejaba pasar el whiskey que un extraño me había invitado.

“Ya me quiero ir” y ya me fui.

Desde entonces, no lo he visto deambular por mis caminos. En parte porque yo he aprendido elegirlos, y éstos nunca llevan a él. Una razón más para saber por qué no estamos juntos: no íbamos para el mismo lado, éramos seres distintos, muy distintos.

Sin embargo me lo he encontrado en fotos, lejano, al lado de gente que antes me era cercana.
No es que sufra por él. No lo extraño. No quiero emprender el conjuro de “ojalá nunca nos hubiéramos separado”, para eso está el recuperaatuhombre.com
Lo que yo quiero es recuperarme a mí, y no ver mi pasado, no toparme con recuerdos que no entiendo para qué menciono.

Me dispenso esta vez. Escribí de ello porque I’m positive que alguien más se ha sentido como yo. Como si sólo se pudiera traer a la memoria lo que se ama o lo que se odia, no lo que no importa.
Freud me está susurrándome al oído ahorita: que sí importa, poquito, pero ¿para qué?, para recuperarme a mí misma.

Los ex novios son sólo conexiones sinápticas repetitivas entre neuronas, lo que crea la llamada potenciación a largo plazo. Son la retención de experiencias pasadas. Fantasmas bastante aterradores.
Este relato me dio mucha vergüenza.


1 comentario:

  1. Hermoso tu relato Tani. Me sentí identificada y a veces hasta coraje me daba de lo que sentía. Esos skeletons en el closet o fantasmas de nuestro pasado deben irse acomodando al recuerdo poco a poco. Es verdad que las personas se llevan pedazos de nosotros... pero pues ahora que aprendan bien que hacer con ellos. I LOVED IT

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