jueves, 22 de marzo de 2012

L as Loyalty. L as Loneliness

No me vean
Un día como cualquier otro, revisaba las repisas de libros que cobijan a la televisión de la sala de mis padres. Eran las 11 de la mañana, yo aún traía pijama. En la planta baja estábamos sólo Chayo, la mujer que nos ayuda en las labores de la casa, y yo. No sabía que estaba a punto de encontrar una frase que haría estallar mis ojos, como dos presas que no pueden más el agua. "El hombre es el único ser vivo que se sabe solo".
Inmediatamente giré mi cabeza hacía el jardín. Ahí estaba bugui, mi perrito de 5 años. Pobre Bugui, está solo, sin nadie más de su especie al rededor, sin nadie que le responda sus ladridos, sin una pareja a quien olerle la cola cada vez que ésta esté en celo. Bugui, ante mis ojos, se volvía el protagonista de la frase "solo como un perro". Y no fue hasta que ví mi reflejo en la puerta de cristal que separa la sala de estar y el jardín que me dí cuenta había alguien que se sentía más sola, y no era Bugui... Era yo.
Corrí a mi cuarto, encendí un cigarro y con la mano libre tomé la pluma fuente que me regaló Adolfo en Navidad. Escribí la frase en el cuaderno que guardo para mis cuentos y paradójicamente me dí cuenta que no tenía a alguien con quien contar.
Por eso escribo, porque me callo, y si me callo mucho me da cáncer. Todas mis historias están basadas en hechos reales que no cuento a casi nadie, que en todo caso, muestro o regalo para que lean. Soy un cofre, y no hay precisamente joyas dentro.
Perdí a una amiga, quizá la relación más estable y duradera que yo hubiera tenido con un ser humano que no llevara mi apellido al final de su nombre. Y creo que quizá ella era la única persona que realmente me conocía... Bueno ella y mi terapeuta, pero ella no es mi amiga, ella es mi psicóloga. No me río con ella, ciertamente no criticamos juntas, no me acompaña de compras ni me abraza cuando lloro por algo. Ni siquiera compartimos cigarros juntas. No bebemos juntas, no nos desvelamos juntas, no la consuelo, no le digo que la quiero, no me acuesto con ella en su cama para ver la tele, y evidentemente no le platico lo que ella me dijo a ella misma.
Desde hace meses que esa relación no existe. Y así como uno se siente cuando se termina una relación de noviazgo, eso siento en este caso. Es normal sentirse solo o vacío cuando uno se separa de alguien, es normal recordar solo los buenos momentos, es normal idealizar a la persona, es normal echarse la culpa de la separación, es normal odiarlo tantito, es normal sentirse anormal y es normal sentir que todos aquellos seres humanos que nos ven en la calle (o peor aún, que nos conocen) saben que nos han "dejado" o que hemos terminado con alguien. Creo que todo eso es normal, lo que no sé si sea normal es cómo lo voy viviendo yo.
a veces me asomo poquito.

Para las personas que hayan leído esta columna con anterioridad, no será sorpresa saber que yo no me siento dentro de la norma, así que la pregunta, aunque retórica, a cerca de la normalidad de mi sentimiento, es estúpida.

A partir de entonces me he puesto a leer muchísimo, una locura. Dos o tres libros por semana, eso jamás me había pasado, no por gusto, tal vez un par de veces antes por deber estudiantil. Quizá porque he querido distraerme, quizá porque mientras leo alguien más es el protagonista de una vida y no tengo que mirar la mía.
Decía Ernest Hemingway "There is no friend as loyal as a book" y justo eso pasó. Los libros no cambian de acuerdo a tu estado de ánimo. Los libros tienen historias escritas, plasmadas, que no cambian.Los libros tienen la maravillosa cualidad de no ser volubles y aún así hacernos reaccionar de maneras distintas. Suave es la noche de Fitzgerald es igual de suave en mi edición del 2010 como lo fue en su primer tiraje en el 1933.
Cuando leo un libro siento que alguno de sus personajes se vuelven mis mejores amigos, que el autor es mi íntimo y que sabe todo de mí, como yo sé todo de sus personajes. En un libro, ninguno de los protagonistas se pueden esconder. Aunque lloren a puerta cerrada, se sabe cuántas lágrimas y cuántos mocos soltaron. Se sabe cómo fue el sexo con tal o cual personaje, se sabe lo que siente por fulano y lo que sutano siento por el primero. No hay escapatoria, en las novelas la vida es transparente. A los personajes se les dota de una sinceridad que jamás fue de su elección. Así el autor se vuelve como un dios que les impone características y futuros definidos. Así los lectores nos volvemos omnipresentes, casi dioses, que pueden verlo todo.

A veces me asomo más que poquito.

Quizá esa aquello expresa la propiedad de la amistad, quizá por eso siento que ellos y yo somos amigos. Porque somos claros, porque ellos son transparentes y de alguna manera yo lo soy cuando los leo. Quizá es por eso que desde pequeña, mi primer amiga fue la niña de la caja de cerillos de Andersen. Con ella lloré y mostré mis más puros sentimientos de empatia sin sentirme rechazada o al menos, sin miedo a serlo.

A mis casi 30 años estoy rodeada de personas. "Amigos", gente a la que aprecio, pero gente a la que jamás en la vida me le he desnudado (metafóricamente) enfrente. Salvo por este blog, la gente no sabe cómo soy o lo que siento. "Tani, la mujer con máscara desde 1982", diría la introducción a mi ser.

Gracias a las redes sociales y a mis tremendas ganas por publicar mis estados de ánimo reales, la gente se ha dado un poco cuenta de cómo soy o como me siento, pero en la interacción física, los humanos con los que comparto fiesta, alcohol, música y risas fuertes, no saben que casi siempre me está cargando la chingada. La única persona que lo sabía se fue, se esfumó, "qué bonito!" diría Sid, el niño malo de Toy Story.
Tengo un secret heart, y ni mi familia ha llegado a conocerle.

A veces, cuando me pongo a pensar en quién soy, lloro. Bueno eso de aveces fue por hacerla leve. La verdad es que siempre que pienso en quién o qué soy lloro. A veces mucho, a veces poquito, pero siempre hay lágrimas. No sé si son bitter o sweet, pero son lágrimas.

¿Qué soy?, ¿la muchacha de pelo rubio y castaño que ríe y se pone ropa rara?, ¿la niña que no tuvo amigos en la primaria, secundaria y preparatoria?, ¿soy la hija que trató siempre de ser un ejemplo?, ¿soy la mujer que toma una sesión terapéutica cada semana?, ¿soy la mujer que visita al psiquiatra cada 15 o 20 días?, ¿soy la hermana mayor?, ¿soy la mujer del cuarto decorado padre?, ¿soy la novia de Adolfo?, ¿soy la ex de muchos otros?, ¿soy la ex amiga?, ¿soy la mujer que quiere cambiar el país pero que le da hueva todo el trámite?, ¿soy la mujer delgada y temerosa tirada sobre el piso mientras un ladrón puberto me pateaba tratando de quitarme la bolsa?, ¿soy la nieta del "maestro"?, ¿soy la muchacha sin abuelas?, ¿la chica que escribe un diario público?, ¿qué soy?, ¿soy todo eso y qué más?...
triste.

Hasta las gafas con aumento me quito en público. Si tengo que manejar las uso, pero una vez llegando a mi destino, me las quito y las guardo en la bolsa, no me importa si mis lentes chanel de 450 dólares se rayan. Algo está mal en mí, como para querer esconder tanto. Digo, hasta el pelo me lo pinto. Tantos picos en mis muñecas, tantos anillos en mis dedos, tantas telas colgando de mis hombros y caderas, esas botas que borran cualquier sentido femenino de mis pies... Tantos tacones tratando de hacerme lucir más alta. Tantas frases y tanto nerviosismo por contestar un simple "¿y tú qué haces?" a un extraño. ¿qué soy? Yo no sé y lo peor es que ustedes tampoco, nadie me puede decir.

Creo que por eso no he podido crear vínculos duraderos con más gente, porque no soy sincera, no soy como  esos personajes de novela que aunque cierren la puerta para berrear, les podemos oler el sufrimiento. Tampoco muestro felicidad, creo que porque siento que no me la merezco o que no es bueno mostrarla delante de otros, porque a mí me caga que alguien se pasee por la pasarela de la vida con el sombrero que yo no podido comprar (el de la felicidad, que está super in).

Todos nacemos solos, sí. Todos morimos solos, si. Pero y mientras? viviré sola también?
Gracias a la señora ruptura y el crónico malestar que provoca su visita, he pensado mucho a cerca de la lealtad. ¿Qué es la lealtad? Digo, ya busqué su significado en diccionarios y wikipedia, pero qué es? qué la hace vivir? qué la hace desaparecer?
El poeta Alexander Pope decía que en la historia, había más anécdotas de perros siendo leales que de amigos siéndolo. ... No puedo escribir nada después de ésto... Es como si ese Pope conociera mi situación.

Me siento sola, y no es que a veces no lo disfrute, es que desearía no estarlo siempre. Que fuera una condición decidida por mí, no una condición dada ya que todas aquellas personas que conozco no desean que nos acompañemos.

La soledad momentánea es vista como algo bueno, mientras que la que dura largos periodos es vista negativamente, salvo por los monjes. Oh sálvenme monjes.Pero como no soy uno de ellos, si no que formo parte de una sociedad donde la soledad no es bien vista, pues yo soy un ser raro que se refugia en la escritura y en la lectura, para conocer "gente", gente que no existe.

Aristóteles, soy un animal poco social. El zoo politikon (animal social pa los que no sepan) no es tan politikon, pero por eso mismo sufre, o sea que sí es una de mis características, porque sino no sufriría de no serlo.

Me aterra que me vean sin máscara. Me aterra hacer amigos reales, amigos que me vean.
Sólo a través de las letras puedo mostrar quién soy, sólo puedo hacerlo porque no veo las caras de quiénes leen esto.
Sin máscara, al menos por aquí.

viernes, 9 de marzo de 2012

El que se lleva (a la cama), se aguanta.

Son la dos de la mañana y acabo de servirme un whisky doble. Llevo dos sorbos que me saben dulces. No es el roble en el que estuvo guardado, y no es ningún sabor añadido al Johnny Walker etiqueta verde que le regalaron a mi padre en la Navidad, lo dulce es el sabor de la reconciliación.
Casi nunca escribo su nombre en este blog, a pesar de que muchas veces he escrito sobre lo que él me hace sentir, pero creo que hoy es el momento perfecto para mostrarle al mundo, (sí, a esos dos lectores que tengo), cómo se llama el único ser que me ha visto desnuda últimamente, sin contar al nieto del jardinero, de unos 8 años, que me vio sin blusa y sin brasiere por error, mientras recogía el pasto caído en batalla y aniquilado por su abuelo, frente a la puerta de mi cuarto.
Cuando no podíamos tocarnos.

No voy a hablar de cómo lo conocí, ni de las pinches mariposas monarcas que sentí en la panza estando en Canadá, anidando en mi esófago provenientes de Michoacán. No voy a hablar sobre lo hermosa que fue la primera noche juntos, ni de cómo fue de desastrosa nuestra despedida/divorcio. No voy a hablar de su cabellera larga y enredada, donde a veces he guardado secretos que ni él entiende. Tampoco voy a hablar de sus dedos manchados de pintura, acrílica por casas, de óleo por sus lienzos. No voy a hablar de su amor por una guitarra inexistente ni de cómo me hizo llorar las primeras semanas de nuestro romance. Voy a hablar de lo que casi ninguna pareja quiere hablar: Nuestros pleitos.
Esta foto me la tomé con SU cámara la primera vez que dormí en su casa. Quería dejarle un recuerdo eterno, no creí que duraríamos.

Como muchas parejas, peleamos por varias cosas: "No dijiste lo que quería escuchar"; "No atendiste el teléfono de prisa"; "Me hiciste cara fea"; "No tendiste la cama como me gusta"; "No te importé"; "No pensaste en mí cuando hiciste ésto o áquello"... "¿Te acuerdas de aquella vez que yo dije que sí a algo que quería decir que no? pues ahora te la cobro". Peleamos porque deja basura en mi auto o porque no alisa las sábanas de mi cama después de estar acostado en ella.
Peleamos porque le quedo mal en la hora, o porque no le aviso que siempre no voy a poder ir a una cita concertada. Hemos peleado porque me pongo borracha y él aún está sobrio; peleamos porque le digo que estoy gorda y él me dice que estoy hermosa.
Esta es de la primera vez que hubo amor en mi casa, la tomó él con mi cámara.

Peleamos porque quiero que piense lo que yo aún no he pensado.
Peleamos porque uno quiere sexo y el otro no.
Peleamos porque uno quiere estar a dieta y el otro quiere ordenar pizza.
Peleamos porque uno es vegetariano y el otro cree que eso está de moda.
Peleamos porque soy una exigente y se me olvida que le exijo a alguien que me ama.
Peleamos porque soy mandona; peleamos porque él quiere que yo reaccione, o viceversa.
Este día me pidió que fuera su novia.

Pero, ¿pues es eso lo que hacen las parejas no? Entre los besos, las caricias, las idas al cine, las cenas, las pizzas o sushis y las copas de vino, o entre las noches compartidas, la pelea (el desencuentro), busca un espacio para ejercer distanciamiento... Sólo se pelean quienes son cercanos.
Todos quienes amamos, hemos peleado a quien amamos. Si combatimos es porque tenemos una tierra común, que a veces es una cama.
Creo que hay cierta sanidad en combatir, demuestra que ambos estámos vivos, que ambos seguimos siendo individuos, que no nos hemos alienado, que dentro de esa pareja, aún hay pequeños rasgos de nuestra muestra heterogénea. A mí me encanta el pescado crudo, él no lo soporta. Yo amo el vino tinto, a él le da náuseas.
Cuando empezamos a vivir juntos, nuestra casa de amor. 

Su nombre es Adolfo Guerra, y él es mi batalla, la única que quiero luchar, el único ejército en el que me he enfilado.
En su apellido llevo la causa, y en mi nombre él lleva la suya: Tani significa "iluminada" en zapoteco. Sí, mi mamá es algo hippie.
Nuestra primer salida a desayunar como esposos. 

En una pelea lo más importante, en mi opinión, no es el poder ganarla, sino el poder reconciliarse. No es quién pudo más, sino Qué pudo anteponerse ante el doloroso triunfo del otro: te amo y prefiero seguir contigo.
Cuando mi Adolfo me llevó a comer un pan como el de Audrey Hepburn en Breakfast at Tiffanys por primera vez.

Me gusta pensar que somos él y yo contra el mundo.
"En la calle codo a codo somos mucho más que dos". Decía mi madre en voz alta cuando yo era pequeña, parafraseando a Mario Benedetti mientras iba manejando en el auto a mitad de camino entre mi escuela y la oficina de mi padre.
Aquí ya teníamos varias reconciliaciones. 

Así, peleados o no, Adolfo Guerra y yo vamos codo a codo en la vida, aunque a veces dejemos de sujetarnos las manos... Pero ¿qué ejército no tiene problemas internos? El ché tuvo que dejar el codo de Fidel; la revolución Mexicana dejó el codo de Zapata. Los gringos y los rusos se súper alejaron los codos al tirar el gobierno Nazi en Alemania. Sin embargo, ellos no tuvieron reconciliaciones... Mi Guerra y yo las tenemos, y eso nos ha hecho un ejército mucho más fuerte, aunque a veces le hagamos ojitos a los contrincantes.

Él me quiere tal y como soy, y yo lo amo por lo que es.
Aquí el amor había crecido tanto como su cabello

Algunas veces me ha llegado a importar lo que los otros ven de él. Soy humana, me afectan los juicios que hacen los otros. Pero el tiempo me ha hecho ver que esos otros ni siquiera pueden verme bien a mí, entonces cómo podrán ver bien a mi pareja? Digo, no me conocen tanto como él me conoce. No saben qué cara tengo a las 6 de la mañana, con sólo tres horas de sueño, enojada porque tengo que ir a trabajar con una cruda gigantesca. No me han visto hambreada, ni me han visto odiando algo mío. No me han visto siendo el monstruo que puedo ser. Adolfo en cambio, conoce a Mr. Jekyll y Hyde, y no se asusta. A los otros sólo les muestro el rímel y el labial chanel 09 lover. Adolfo me ha visto los labios resecos y los ojos rehúmedos, manchados por recuerdos casi siempre negros, como la mascara givenchy que uso.
La vida es hermosa, y brilla más a su lado.

Adolfo me ha visto gorda o flaca; aguada o firme, y en ambas ocasiones me ha dicho que soy hermosa. Me ha visto llorando, odiando, maldiciendo y tirada en el suelo. Los otros sólo sonriendo, amando y levantada cual árbol en primavera.

"Amar lo bueno es demasiado fácil, lo importante es que la quieran a una por sus defectos" Decía en el libro La Eternidad Comienza por fin un Lunes, y fue un lunes el día que conocí a Adolfo.
Estar lejos nos hizo más cercanos.

Cuando mi abuela materna murió, hace 20 años, mi abuelo Carlos escribió: "El hombre que quiere a una mujer no le puede decir, te quiero porque eres bonita, santa o rica, si en verdad la ama tendría que decirle te quiero porque eres tú". 
Y creo yo, que mi Guerra me ha querido por ser lo que soy, el soldado que a veces le voltea la cara, el soldado berrinchudo, el soldado llorón y enojadizo, el soldado que nadie quiso por lo anterior, por ser lo que soy.
Llegamos al punto en el que sólo yo sé descifrar sus getos.

Cuando tenía 18 años tuve un novio a quién yo quise amar como si el mundo estuviera a punto de fallecer, como si ese atardecer fuera el último ante nuestros ojos, como si quisiera arrancarme el corazón en su máxima potencia, para demostrar cuánto podía yo amar. Quise amarlo, quise amarlo tanto, pero gracias a dios él no me lo permitió: "Tani, ya no quiero andar contigo, eres demasiado complicada, te deprimes siempre". Sus palabras fueron un relámpago cargado sobre la copa más alta del árbol de mi ego. "No te quiero porque no eres fácil de querer" Parecía que me decía.
Pinche Juan Carlos (creo que era su nombre).
Sus labios saben a creme brule.

"No puedo Adolfo, tengo miedo, soy una Almendrita" Fue lo primero que le dije, que le dije en serio, desde el corazón. "Tú no eres Almendrita, eres un gigante". Fue lo primero que me dijo, que me dijo en serio, desde el corazón.
Juntos somos la fogata más recia. 

No creo en el amor eterno, ni creo que sea para toda la vida. Pensar en el futuro es pesado, y a mí no me gusta cargar más allá del peso que puedo ver, del que tengo presente. Ahora lo amo, ahora me ama, hoy peleamos, hoy nos reconciliamos. Eso no es garante de que así será siempre, pero ¿qué importa el siempre cuando no se puede tener en el momento?

Hoy cada quien tiene su cama, pero falta poco tiempo para que volvamos a compartir un campo acolchonado de batalla; donde otra vez su apellido haga gala. Sólo espero que las sábanas moradas que compartíamos sigan apasiguando las llamaradas de dos personas tan intensas que un king size se vuelve necesario.
Adolfo Guerra es la única guerra que también es cuartel.

Nos vemos tan bien juntos, que hasta otros nos toman fotos. 

miércoles, 8 de febrero de 2012

Sentada esperando, sentada y pintando.

Soy un canvas virgen...

Mario, el dueño del café, estaba preparando sus famosos "espresso con panna" que regalaba a los clientes del café. Yo, a 50 centímetros de distancia, lavaba los trastes que la gente ensuciaba mientras sumergían sus labios en cafeína durante el receso de una charla.
-"Brava ragazza"- me decía - "why don't you play the cassette that I brought?.
El sistema de sonido del café era tan old school como su dueño. Un estéreo con múltiples entradas para cassette y un lector de cd's que casi no funcionaba.

Me sequé las manos y me dirigí hacia donde él guardaba su chamarra y demás artículos diversos, que mantenía juntos mediante ligas elásticas.
Ahí, cubierto por papeles, estaba un cassette de plástico negro, de esos que ya no existen, que ya no se hacen pero que todos aquellos que nacimos durante los 80 tocamos alguna vez.

Quitando el resto de humedad contra mi mugrosísimo mandil azul marino, preparé mis dedos para recoger la cinta y ponerla a tocar.
En la etiqueta se leía: "Rolling Stones" con una letra digna de tercer grado de primaria.
Un sonido nostálgico se colaba por las bocinas. Era como si la cinta quisiera hablar, dejando en segundo grado la voz de Mick Jagger.
"I'm just sitting on a fence", fue lo único que entendí y fue gracias a que Mario comenzó a tararear la canción con su hermoso acento italiano que recordaba la época de la mafía, algo con lo que él tuvo mucho que ver en el Vancouver de los años 70.
Comencé a pintarme...

“All of my friends at school grew up and settled down
And the mortgaged up their lives
One thing not said too much,
But I think it’s true
They just married cause there’s nothing else to do”

Y así, mediante una canción, Mario y yo tuvimos la platica más profunda que pudimos compartir durante los dos años que trabajé para él.
Mario tenía casi 60 años y se había casado más de 3 veces. Había procreado muchos hijos, pero casi nunca los traía al café y tuve que enterarme de su condición paterna gracias a terceras personas, él nunca hablaba de ellos.
Pensaba que Roma, de dónde el provenía, era horrible y que Canadá le había brindado el cobijo que la Italia se había negado a darle.
En aquella ocasión me dijo:"Bambina, if you want I can explain those lyrics to you".Asentí con la cabeza, sólo para ganarme unos momentos de descanso y no lavar un plato o tasa más.
"Come on, let's go for a smoke"Y salimos por la parte trasera del lugar.
Para Mario era más importante salir a fumar que atender a cualquier posible cliente que se acercara a la barra durante nuestra ausencia.
Siempre admiré como anteponía sus deseos al deber. Contrataba gente por las mañanas (yo) para abrir su cafetería. Yo sabía que si lo quería localizar para algo, tendría que llamarle después de las 12 del medio día, pues la noche anterior había ido (sin falta) al bar del four seasons a tomarse quién sabe cuantos gin and tonics, platicando con Pedro, el mexicano que tocaba el piano en el lugar.
Usé colores, usé pincel...


Ya, afuera del lugar y ambos fumando cigarros light, me dijo:


-"Bambina, you know what? I never followed any rule, and sometimes that atittude fucked me up, but you know something? I am sure that I'm happier than most of the people around my age. Why? because I sit on a fence"


Aunque la excusa de Mario era salir para conversar, él siempre monopolizaba la plática. No había entrada para uno, incluso después de haber dejado una pregunta abierta que parecía dirigida a su interlocutor (en este caso, a mí), él respondía solo, muy astuto de su parte porque de esta manera uno nunca se topa con la respuesta que no se desea escuchar.


Aquella tarde, después de haberme brindado un monólogo acerca de cómo lo mejor no hacer todo aquello que los demás no hacen, volví a mis torres de tasas por lavar.


Mario, como todas las tardes, salió a mirar a las ragazzas que se paseaban frente al local.
Yo, me quedé pensando, mientras tallaba las tasas tratando de sacarle los labiales indelebles de los bordes, en todo aquello que Mario había dicho... Después de todo, mi "capo" tenía muchas cosas que enseñarme.


Antes de firmar mi salida me dijo:
-"Ragazza, I want to print the lyrics for you"
Y así, me hizo alargar mi hora de salida por treinta minutos más, todo con tal de encontrar la canción "Sitting on a fence" de los Rolling Stones, imprimirla y llevármela a casa.


"Grazie Mario, ci vediamo domani" Le recitaba al finalizar, llevándome conmigo un puñado de monedas por propina.
Separaba dos dólares e iba a la tienda de la esquina,
"Hi Ali, how are you?" Y Ali me gritaba la respuesta desde la caja registradora.


Iba al fondo, tomaba una lata de Diet coke y regresaba al counter sólo para dejarle los dos dólares y una sonrisa, la primera sincera del día.


-"How is my little mexican friend? working hard right?"
-"No Ali, I'm finally off for today, but Mario left me some homework, see? I have to read this. See you tomorrow"


Salí del lugar y caminé la cuadra y media hacia mi casa.
usé también mis dedos...


Faltaban un par de horas para que mi novio llegara al hogar. Entonces encendía un cigarro, o dos, y lo esperaba en las escaleras del lugar, a veces platicando con Burcu, la turca dueña de la tienda vintage que después sería también mi jefa.


Abrí la hoja que contenía impresas las palabras que alguna vez Mick Jagger cantó y que ahora Mario me dejaba para reflexionar:
quedé como una idiota...


"Since I was young I've been very hard to pleased,
And I don't know wrong from right
But there's one thing i could never understand
some of the sick things that a girl does to a man, so


I'm just sitting on a fence
You can say i got no sence
trying to make up my mind
really is too horrifying
So I'm sitting on a fence"


Y de nuevo venía la parte que Mario me cantó,
la parte que dice algo así como: mis amigos han crecido e hipotecaron su vida... La gente se casa porque no hay nada más que hacer...

usé las palmas de mis manos como paleta...

En aquellos tiempos lejanos de un frío invernal en plena primavera y de cientos de cuentas por pagar, la canción tenía sentido. Pero Mario jamás se imaginó, que a año y medio de distancia, la canción finalmente encontraría el camino para adentrarse en mi vida.


Estoy a punto de cumplir 30 años.
Soy una mujer soltera, sin empleo ordinario, no he pisado una oficina en mi vida, porque nunca creía que ahí sería donde yo crecería.
No me malinterpreten, pero hay gente que se siente cómoda viviendo en una maceta. Sabiendo que de cuando en cuando alguien llegará a regarla y que adornan el pasillo de la vida de alguien.
Yo, por el contrario, prefiero ser una planta que crece en donde sea, pasto, tierra, concreto (como esas plantas que se aferran a existir en plena avenida). No sé, yo nunca podría crecer en una maceta, podría sobrevivir, pero crecer? no lo creo.

Pero, hey!, hay plantas hermosísimas que sól podrían darse dentro de los cuidados, tan delicadas que por lo mismo son bellas, como las orquídeas.
yo soy una simple plaga, que necesita estar donde no haya bardas, fronteras o bordes de barro.
Seguí con el pincel...

Tengo 29 años y 10 meses. No tengo planeado casarme; no tengo casa propia y el auto que tengo fue un regalo.
Mi papá me auspicia los lápiz de labios y el perfume que me pongo para salir, aunque sea a barrer la banqueta.

Me veo en el espejo y la piel está por rendirse. Tengo los ojos enmarcados por abismos de risas congeladas y el otro día me descubrí las canas, justo cuando dejé crecer la raíz de mi pelo pintado por 3 meses.
La experiencia del primer beso ha quedado muy atrás, traspapelada por la experiencia de mi primer divorcio y la última resaca.

Soy Licenciada en relaciones internacionales y lo único que he hecho es utilizar mi pasaporte más de lo que he utilizado mi credencial para votar.

Los cigarros que me fumo ya dejan secuelas en mis pulmones y en las flemas de la mañana que salen expulsadas de mi cuerpo antes de que éste salga de la cama.

He descubierto que la música que me gusta ya puede ser escuchada en las estaciones de radio dedicadas al recuerdo; y que las palabras que uso ya no están "en onda".

Que mi moral ya no es moderna, pues mi hermanita de 18 años se ha dedicado, sin querer, a mostrar lo anticuado de mis ideas.

Ya me preocupa salir muy tarde manejando sola y cuento los envases de cerveza que me tomo lejos de casa.

Volví a casa de mis padres, "a seguir mamando chichi", como diría un amigo; y para mí la vida desde hace un año, ha sido un eterno puente vacacional.

Con tanto tiempo libre, lo único que hago es sentarme en aquella fence en la que se sentó Mario, en la que se sentó Mick Jagger. Miro a todos mis contemporáneos dejar sus jeans por unos dockers, dejar su instinto por aquello que es correcto, dejar la soltería por una compañía firmada, si no es ante dios, sí ante los humanos.

Miro cómo las mujeres de mi edad se preocupan por ser gustadas, porque "no se les vaya el tren". Miro, desde mi asiento, cómo la gente se levanta todas las mañanas para ir a un lugar que no les gusta, todo por pagar sus deudas o sus gustos, que vienen también desde los anuncios que si bien ya no da la televisión en muchos de sus casos, si dan los otros "amigos" que traen el último device.

Miro como soy de las últimas en casarse, como mi aparato reproductor pronto entrará en un paro que ni Dios podrá sacarlo, aún y si le promete aumentarle el sueldo. Veo como son poquísimos los que se dedican a hacer lo que realmente les gusta y como cada día, afloran aquellos en los que el argumento del salario, funciona perfectamente como coartada a sus juventudes ya casi olvidadas.

From my fence, observo como muchos comienzan a vivir a partir de los viernes a las 7 de la noche, y como el domingo es poco disfrutable pues recuerda que el Lunes está ahí, a la vuelta de la luna.

Sin embargo, desde aquí, desde mi zona de confort que no es tan confortable, miro cómo los otros tienen vidas armadas y los envidio.

A veces quisiera odiar mi despertador, quisiera odiar tener que hacer algo que no quiero (a corto plazo). A veces quisiera que mi hijo/a, no me dejara pensar en mí. Quisiera tener pleitos sobre el pago de tarjetas de crédito con mi esposo. Quisiera sentirme forzada por hacer algo que no quiero con tal de pagar la hipoteca de la casa.
Quisiera tener maceta.
Por eso hay que saber cuándo parar...

Así, como estoy, no sé qué chingados hacer con mi vida. No sé a qué entregarme... Quisiera no tener tanto tiempo, no pensar tanto en mí, en mis deseos. Quisiera no saber "escuchar a mi corazón", porque este hijodesuchingadamadre, tiene tantas cosas qué decir!!!

A veces quisiera ser como los que veo desde mi fence, desde mi asiento.
Contemplar duele, sobre todo cuando uno se pregunta ¿Por qué no soy así?
Porque no puedo give up tan fácilmente ante todo, ante lo que me exige una sociedad, ante lo que se supone que un humano debía hacer a esta edad.

Cuando era niña, mi prima y yo pensábamos que a los 18 estaríamos viviendo solas y que a los 30 todo lo tendríamos resuelto.
Si bien es cierto que la vida ha cambiado mucho, desde un punto de vista económico, sobretodo en México, y que es más difícil alcanzar lo que nuestros padres tenían a nuestra edad; de cualquier manera quisiera tener la vida que otros tienen.
Bueno, no quisiera tener la vida, pero sí la visión de vida.
Quisiera no preguntarme tanto, porque es bien difícil encontrar respuestas.

Quisiera que el hecho de ejercer mi carrera no representara lo que representa para mí.
Quisiera dejar de pensar en qué me hace feliz y sólo hacer lo que pueda hacer.
Quisiera una vida simple, pero no tan simple como solo sentarse sobre la cerca.
Porque para Mick Jagger resultó muy sencillo, con sus millones, quién no puede solo sentarse y ser feliz de cantar y componer canciones si es que eso te hace feliz.

A mi me encanta escribir, es lo que mejor sé hacer. Es de las pocas cosas que me hacen feliz y que sé hacer. Porque la ropa y vestir gente me hace feliz, pero no sé coser un pinche calcetín.

Cuando Mario me dijo que así era cómo debía vivirse la vida, no me dijo qué chingados se hace cuando ello saca tantas preguntas.
Y ahora, un día de febrero, estoy aquí, escuchando la misma canción que Mario me puso desde un cassette negro, escribiendo sobre cómo no puedo ser feliz aún porque no sé qué hacer para mantenerme$ feliz sin comprometer mis ideales.

Amigo lector, dígame cómo le hizo. Cómo le fue posible dejar de sentarse en la cerca, dejar la valla  y caminar, frente a todos los que seguimos sentados en ella.

Odiaba lavar los platos, las tasas, lavar el baño y barrer los pisos de la cafetería. Odiaba tener que levantarme a las 6 y media para poder abrir a las 8 al público. Odiaba escuchar la música que Mario quería escuchar y tener que soportar tus monólogos cuando era la rush hour. Pero hoy, querido lector, querida Tani, hoy, que escribo a las 3 y media de la mañana, quisiera tener un pretexto de esos para irme a dormir, sin preguntas, y sólo descansar porque mañana va a estar cabrón.

domingo, 22 de enero de 2012

La felicidad llega por fin un Domingo.

Si la eternidad comienza por fin un Lunes, como diría el fallecido escritor cubano, Eliseo Alberto, para esta mujer de 50 kilogramos, la felicidad se experimentó un domingo.
Yo, emulando la época en el que quise vivir.


Me recosté en el reposet de mis padres y vi televisión hasta que los ojos me rogaron "déjanos cerrar la cortina".
Besé  a mi hermana menor y a mi madre en sus respectivas mejillas. Cargando mi bolsa, reboso y demás pertenencias, tomé un vaso de cristal cortado y me serví un poco de Cognac.
Jamás lo había probado antes. Siempre pensé que se trataba de una bebida de señor, político de traje gris o escritor de los años 40. Pero la verdad es que el aroma pertenece a una mujer de tacones negros y  bajos, falda azul con líneas rosas que cubren celosamente las rodillas. Y tiene sobre los hombros la protección de un zorro muerto. Sus labios son rojos y su cabello se recoge en rulos.

Haciendo homenaje al libro que recién terminé, decidí probar el elixir dorado, del que tanto habla Mister Francis Scott Fitzgerald en su novela: Tender is the night (suave es la noche).

Cerraría el domingo justo como Dick Diver lo haría. Escuchando a Vera Lynn, fumando tabaco y escribiendo  lo que sale de mis poros y ojos cansados.
Esta vez, la melancolía es positiva. Siento nostalgia por cosas que ni siquiera viví; y mientras el cognac hace arder mi cerebro y me llena de perfume las yemas de los dedos, decido que este domingo lo almacenaré en una barrica de roble en mi memoria.

Cuando pasen los días o los años, o los amantes y las amistades. Mientras se sigan sellando páginas en mi pasaporte y me acabe botellas de champú, mientras necesite calcetines nuevos y alguien descubra planetas nuevos; mientras me pase la vida ahí a mí lado, por delante, por atrás y a través de mi cuerpo, ahí en la cava de los buenos momentos, tendré uno para brindar por los días tristes.

Por eso el Cognac desvirgina mi garganta. Y con cada trago las muecas se vuelven más sutiles. Lo que quema ya no quema tanto.
Aquí, en mi cuarto que es un bosque, me imagino con los grandes, con los únicos que creí mis amigos. Con los que vivieron antes que yo, y gracias a dios que lo hicieron, porque así pude encontrarme sus obras en los estantes de mi abuelo, de mi casa o la librería.
Siento que conozco a los surrealistas porque yo también creo que mis piernas son de rubíes y mi olor es el de un libro viejo, amarillo, avainillado.

Me sentía solitaria, no precisamente sola. Y fue cuando compartí el bagel con dos mujeres increíbles que me dí cuenta: no somos los únicos tristes. En algún lugar del mundo, hay un lago gigantesco, es un lago de agua salada. Ahí se depositan las lágrimas de todos los humanos que lloramos al mismo tiempo, en locaciones distintas y por distintos temas.
Esta tarde, no sabría dar coordenadas exactas, vi a otras que también han arrojado desconsuelo líquido a goteo.
Cognac, cigs, hairdo... Sunday is a lovely day.


No unimos llanto, pero sí unimos risas.
Así como Marcel Duchamp se unió en Paris con Breton y Max Ernst; Leonora Carrington y Man Ray where there too.
Ese fue mi sueño, estar en esas reuniones, incluso Dalí estaba presente, aunque ya no lo quisieran tanto, me permitían conocerlo.
Hoy, este domingo, una escritora, una artista plástica, su perro y yo, fuimos a llenarnos el trasero de cadavéricos pastos amarillos, sólo para sentir que no somos las únicas, que aquello viene de un sentimiento casi narcisista, donde nadie sabe criticar la vida tanto o tan bien como nosotros mismos.

Y comprendí por qué tuve que dejar atrás a viejos amigos, simplemente no sintonizábamos anymore.
estoy cansada.
En aquel momento hacíamos un equipo con un fin compartido; hoy, sintiéndome soldado sin cuartel, descubrí que hay muchos soldados afuera, soldaderas, refugiadas en trincheras personales, cerca del lago de la tristeza colectiva. Juntas, salimos a mirar las lágrimas acumuladas, y al rededor del agua reímos pensando que de nuevo tenemos un batallón.

He bebido el último trago de Cognac, y mis ojos no pueden más. Este post no es lo que suelo escribir, pero pensé que era justo y necesario hacer pública mi felicidad, tanto como hago pública mi desdicha. Porque ambas soy yo y ambas son el mundo, somos todos: chocolate blanco y negro; vino blanco y tinto; pan blanco o integral... Con hielo o sin hielo, todos sufrimos y todos reímos y tanto las carcajadas que expulsan emoción del cuerpo, como el suspiro que profundiza en el pecho y extrae el llanto, son dignas de ver la luz del día, la luz de la luna y posarse en el lago de los llantos internacionales.

Encontré mi Paris de los años veinte, treinta y cuarenta en el parque metropolitano de la ciudad de guadalajara Jalisco México.

jueves, 12 de enero de 2012

"Seulette suy et seulette vueil estr"

"Solita estoy y solita quiero estar" Dijo la atrevidísima Cristina de Pisa en el siglo XV.
Gracias a muchas de sus poesías, se le considera la primer mujer que usó la pluma para reclamar los roles que las mujeres teníamos que jugar.

Libérense.


Hoy, siglos después, esta mujer podría ver cómo las damas hemos avanzado en el reclamo de derechos.
Si hemos tenido más reconocimiento básicamente se debe a que nosotras nos hemos ido reconociendo primero.

¿Por qué quiero hablar de ésto? No soy feminista, y contrario a lo que algunos de mis lectores (varones supongo), me han hecho saber a través de correos electrónicos: no, este blog no está dedicado a la Misandria.

Yo no odio a los hombres, los amo.
 A las que aveces no quiero tanto es a las mismas mujeres.

No puedo entender por qué, habiendo alcanzado tantos peldaños en la escalera social, nos empeñamos en regresarnos unos cuantos pasos.
De nuevo, no soy feminista. Soy la amante de los estudios de género. Aborrezco la idea de que debido a nuestra vagina o pene, se nos adscriban un catálogo de conductas que la sociedad espera que cumplamos.
Ni la mujer tiene que dar a luz (como si un ser humano no alumbrara por sí solo lo suficiente); ni el hombre tiene que mantener a una familia (ni que fuera el Atlas mitológico, sosteniendo al mundo en calzones).

Pero de verdad, a veces no puedo comprender, como las mujeres más sabias que he conocido, tuercen sus brazos y contonean sus caderas cada vez que un hombre dice: "si te quiero, pero te quiero aquí".
Ojo, a mí me ha pasado, por eso puedo hablar de ello. Sólo basta mirar atrás (para mí) y veo cosas que no quiero repetir.

Las mujeres de mi generación y nacionalidad, nacimos en un país donde el derecho al voto femenino ya era historia, aunque se hubiese publicado en el diario Oficial de la Federación apenas en el años 1953.
Nuestras madres ya tenían credenciales para votar, aunque sin fotografía. Y ejercían ese derecho. Aunque también ejercían el sartén en la mano derecha y los biberones por la izquierda.
No parece que mucho haya cambiado.
Aunque es verdad que cada vez hay más mujeres matriculadas en las Universidades, también es verdad que no todas terminan ejerciendo.

En México y en el mundo, las mujeres somos el único grupo mayoritario que sigue siendo tratado como una minoría. ¡Vaya paradoja!

Y no sólo eso, en el país, durante las últimas elecciones Federales (diputados), las mujeres fuimos quienes más participación tuvimos (51.8% contra 48.2% de hombres), y proporcionalmente, no se aprobaron leyes que demostraran nuestras exigencias. Otra paradoja.

Lo que me llevó a escribir este post fue mi eterno amor a sintonizar estaciones de radio en frecuencia de amplitud modulada, A.K.A "am".
La mayoría de los programas donde la dulce voz de una mujer se escucha hablan de lo mismo:
Cómo hacer para que el hombre que te gusta, te quiera.
Cómo hacer para que no se rose tu bebé.
Cómo hacer para que las arrugas no aparezcan antes de los 30.
Cómo saber si tu esposo/novio te engaña.
Cómo reconquistarlo.
Cómo preparar una comida que vaya directo al estómago de tu amado.
Qué mascarillas son mejores para aparentar menor edad.
En qué se fijan primero los hombres.
Cómo mantenerte delgada para ellos.
Qué decirle a tus hijos para que se coman el brócoli.
Qué químico es el mejor para sacar las manchas.
Cómo descifrar el lenguaje corporal de los hombres.
Cómo seducirlo en la cama.
Cómo alcanzar (por tí misma) el orgasmo.
Cómo descubrir a un "Don Juan".
Cómo maquillarte para que caiga rendido a tus pies.
Qué detergente deja la ropa más suave.
Etc, etc, etc....

A decir verdad, estoy harta.
¿De verdad sólo nos interesa el juego de la seducción y maternidad?, ¿sentirnos queridas y aceptadas por el hombre?. ¿Nuestra meta en la vida es realmente lucir más jóvenes de lo que somos, y llenar a nuestras "amigas" de envidia; tanto así que no compartiríamos el secreto con ellas?
¿De verdad?
¿Eso es lo que queremos, really?
Porque sinceramente yo quiero más.
I'm not cool and you hate me.

Así como Cristina, solita estoy y solita quiero estar. Digo, si tengo un compañero sentimental a quien amo y admiro muchísimo, pero no necesito que él me haga saber que soy especial para sentirme así. No estoy con él porque él me haga sentir bien, sino que gracias a que me siento bien puedo estar con otro ser humano sin querer matarlo.

Escucho los programas dirigidos a hombres y rara vez tocan el tema de cómo seducir mujeres. Si lo hacen, es seguido de un segmento de autos, fútbol o babosadas de esas que también responden a lo adscrito, pero ya habrá un hombre que escriba un blog al respecto. Por mi parte quiero hablar de algo que viví muy cercano a mí.

Una mujer, rebasando los veinticinco. Una mujer que tenía todo lo que una muchacha de esa edad podría desear. Independiente, con trabajo fijo y buen sueldo. Con un cuerpazo (digo, si vamos a hablar de pendejadas importantes); con cientos de seguidores y amigos en Facebook que lo único que querían era una noche, tarde o minutos en un bar con ella; con casa propia y sin deudas;  un buen día, (o uno malo, según como se quiera observar), se enamora.
No juega el "Love Game", como diría Lady Gaga, se entrega por completo, cambia de camiseta y como le queda grande decide engordar. Jajaja no es cierto, pero bueno quería decirlo.
No engorda, se mantiene esbelta, pero deja de lado todo.
Se olvida de que ella existe y se convierte en un brazo extra de su novio. (Es una historia o mejor dicho histeria real. Yo también me he convertido en el brazo de otro hombre, uno que ni siquiera necesitaba pues ya tenía dos).
Se olvida de ella y de pronto lo que a el le gusta es lo que a ella le gusta, aunque jamás lo hubiese sabido antes. Su música favorita se vuelve su favorita; sus palabras se vuelven su jerga y  se peina justo como él se lo exige. Los únicos sueños que ella posee son los que comparte con ese hombre.
¿Dónde quedó ella? Quizá nunca hubo un ella, estaba tan vacía que deseaba que alguien llenara a rellenarle los huecos.
Yo he estado tan desesperada por aprecio y aprobación que me he dejado de lado. Igual que la mayoría de ustedes. Gracias al Dios Freud, he podido recuperarme.

Es tan fácil caer en eso, pero sobretodo entre nosotras las mujeres. Dejarnos de lado porque llega el hombre y él merece el lugar principal.
No estoy hablando de nuestras abuelas, de nuestras madres o tías, estoy hablando de nosotras, de mí generación. La cosecha del 82, una de las mejores.

Lo entrega todo porque todo se le ha dado, pero ¿qué es ese todo?
No estar sola, estar aceptada por ese hombre "único"
Se mamá "porque eso es lo mejor que te puede pasar en la vida"
Discúlpenme, pero para mí, lo mejor que podría pasarme es ser premio Nobel y vivir de escribir todos los días; no cambiar pañales y preocuparme porque las monedas no alcancen para su educación.

Las mujeres, en nuestra mayoría, nos arreglamos para gustar. El espejo nos dice "Sí, yo creo que sí te aceptará" y vamos directo a la pista de baile, donde podamos contonear nuestras caderas y recibir un montón de elogios.
"Yay! nos aceptaron". Qué babosada. Digo, es real, yo la he vivido, pero really?
No te pones la mini falda porque crees que tus piernas son bonitas, sino porque crees que tus piernas son bonitas te pones la minifalda, pues así podrás conquistar a algún hombre que te diga que eres lo máximo y entonces al final te la creas, porque solita no lo puedes creer.
Es cierto que al vivir en sociedad, de alguna manera el humano busca ser aceptado, pero caer de esa manera?

Avanzamos tanto: podemos votar; al menos ante la ley (escrita) somos iguales al hombre; podemos estudiar una carrera y decidir sobre nuestro tiempo reproductivo; podemos usar pantalones y ser jefes en una fábrica; podemos irnos a vivir solas; tener tantos compañeros sexuales como deseemos. Podemos cortarnos el pelo y no usar maquillaje. Podemos decir abiertamente que nuestro color favorito es el azul y ser madres solteras si lo queremos. Podemos fumar en público y hacer el trabajo que antes sólo realizaba un hombre.

Podemos hacer tantas cosas nuevas y queremos seguir haciendo las viejas. Y no sólo eso, juzgamos a las que desean realizar lo recién alcanzado: nunca casarse, no ser madres, tener sexo casual, ser adictas al trabajo; criticar a las que usan maquillaje, a las que no están a la moda, a las gordas que no se cuidan y a las que disfrutan no seguir los estándares de belleza. Reprochamos a las que deciden realizar roles "más masculinos" y nos enoja que alguien diga que no quiere ser madre nunca y que le gusta la solteria.

No es que yo piense que todas deben ligarse las trompas, pero si alguien quiere tener un hijo, si alguien quiere casarse, que lo haga por convicción propia. Afuera hay tantas opciones, no les teman.

No pasa nada si te quedas sola. Si es por el instinto sexual, todas podemos coger, no se necesita novio o marido para ello, pregúntele a los sacerdotes.
No pasa nada si un hombre no te aprueba.
Mi bisabuela decía que una como mujer tenía que elegir entre los que la elegían a uno. ¿Por qué elegir? No es necesario.
Digo, enamorarse está bien lindo, es maravilloso, sobretodo si es correspondido, pero y qué? qué si nunca alguien nos quiere como queremos que nos quieran? para eso estamos nosotras.

Leonora Carrington le dijo una vez a Remedios Varo que para hacer el amor no necesita a ningún hombre, sólo su mano derecha.
Yo la secundo y se la beso.

Si bien en esos programas radiofónicos sólo nos enseñan cómo hacer al hombre desorbitar sexualmente, y cómo complacernos a nosotras mismas (porque el otro no puede), pues para qué quieres al otro? digo al menos en el intercambio de fluidos.

No descifro cómo, ante tantas opciones, nos vamos a las que todas nuestras antepasadas tomaron. ¿Estámos realmente convencidas de que las queremos?

Cuando la gente me dice: "No entiendo por qué no quieres tener hijos, si te llevas tan bien con tus hermanos y tienes una familia tan bonita"
Bueno, la experiencia no es suficiente, puesto que hay gente que decide procrear como si no hubiera mañana y provienen de familias disfuncionales.

Yo sólo creo que una debe hacer lo que una quiere, no lo que la sociedad, tus padres, amigos, hermanos, novio o esposo, espera que una haga.

Si yo hubiera seguido los pasos de mi madre y me hubiera casado con mi primer novio, qué dios me bendiga.
Si yo hubiera seguido los pasos de mi abuela y tuviera ya 4 hijos, qué dios me perdone.
Si yo hubiera seguido los pasos que la sociedad exige a las mujeres de mi edad, qué dios me mate.

Hagan lo que quieran. Que tengan matriz no significa que tengan que usarla.
Que le gusten a uno no significa que te tiene que gustar.
Que estés enamorada no significa que te tengas que renunciar.
Elije!

El amor es hermoso, pero no te tiene que manipular.
Aunque sea una frase muy estúpida que yo odio, hay algo de verdad: Quiérete primero para que puedas querer a alguien.
Si tu amor propio se basa en lo que el muchacho que te gusta diga de tí, amiga estás frita, qué vas a hacer sin él?
De alguna manera ser mujer es como ser joven, hay que ser irreverentes.

P.D.-Por eso amo a Carmen Aristegui, porque ella nunca habla de rosaduras, de marcas de pañales, de cómo gustarle a los hombres ni los pasos que una mujer tiene que seguir.

miércoles, 4 de enero de 2012

Despertando al monstruo.

"Bebo,... para olvidar,... para olvidar que me avergüenzo... me avergüenzo de beber!"

Lo anterior fueron las respuestas que un borracho dio a las preguntas hechas por el Principito al visitar su planeta. "Grown-ups are certainly very, very strange" fue la conclusión de el pequeño cabello dorado.
Mis dos cosas favoritas del mundo.

Mientras más crezco más compleja me vuelvo, y mientras más compleja me vuelvo más bebo.
La edad adulta es un costal difícil de cargar, sobre todo cuando se intenta ir por la vida viajando ligero.

Como maestra de kinder (ahora retirada), siempre me sorprendió la pulcritud en el pensamiento de los niños, la completa congruencia que existe entre el desear algo y simplemente pedirlo. Ya que los padres se los den, es otra cosa de la que no me voy a ocupar porque yo también fui una niña malcriada.
El asunto que verdaderamente vale la pena para mí recalcar es cómo la vida puede ser tan simple cuando aún no se toma consciencia de ella.

Cuando David, un hermoso niño de 4 años a quien los rulos negros le cubrían las sienes, tenía ganas de jugar sobre el carro de plástico rojo que el kinder prestaba a todos los humanitos, nada lo detenía. Ni siquiera la puerta del salón de clases, una vez que Miss Tani la había cerrado. Eso para él no significaba nada. Tomaba el picaporte, lo giraba hacia la derecha, y voila! David, sus pies y sus llantas eran libres.
Los otros niños, los que no se atrevían porque las reglas ya los habían moldeado y a quienes la Operación Adulto ya se les estaba aplicando, me pedían a gritos que fuera por David, "Mira maestra, él no está haciendo lo que se supone debería de hacer".
Si no hubiera sido por la plastilina debajo de las uñas, hubiera jurado que quienes lo señalaban eran dedos de adulto.

Parece muy fácil para los niños decir: sí me gusta; no me gusta; sí lo quiero; no lo quiero; si voy; no voy.
Las pretensiones y los propósitos escondidos llegan con la edad.

Por eso los niños no mienten, imaginan vidas paralelas. Los adultos, en cambio sólo falsificamos los hechos.
Es por eso que el Principito dice que los adultos somos seres extraños, ser claros nos cuesta trabajo.

Yo no quiero ser adulta todavía, o al menos, no quiero que se me olviden viejas prácticas características de la niñez. Quiero decir "sí" cuando yo quiera, y decir "no" cuando me plazca. A muchos se nos olvida que tenemos ese único súper poder: decidir.

"¿Pero qué tal que si digo que sí, pasa ésto?"
"¿Y si digo que no y pasa aquello?"

Miranda quien tiene 37 años, un marido y dos hijos; se quejó una tarde de cómo extrañaba ir a cenar-bailar-tomar con sus amigas. "¿Qué te detiene de hacerlo?"- le pregunté yo.
-"¡Pues cómo que qué!"- Me contestó como metiéndome una tunda por no ver lo que para ella era evidente. -"Pues por César y mis hijos".
Cuando le dije que sus hijos eran ya unos adolescentes a los que no necesitaba regurgitar la lombriz en sus bocas, me contestó que el problema en sí no eran ellos, si no su esposo.
-"¡Nombre, se enojaría muchísimo, me estaría llamando a cada rato y preguntaría que a qué hora vuelvo!".

-"¡Ah!"- le dije- "Entonces tú decides no ir". Y ella, molesta me dijo -"No, lo que pasa es que no puedo decidir nada".
-"No Miranda, si puedes decidir, pero la consecuencia de decidir hacer algo que extrañas tanto, te atemoriza más que quedarte con las ganas. Ésa también es una elección".

No me entendió, y quizá nunca lo haga. Pero aquella tarde quedó confirmado que para que ella pudiera decirle a su esposo lo que quería hacer, sin que el resultado o la consecuencia fuera más poderosa que el deseo, necesitó tomarse 3 tequilas con coca y dos cervezas. Lo que para una madre con más de 17 años de casada y de abstención representó poco más que una pedota.

Así como cuando de niños aprendimos a hablar, a decir "si" y "no". De mayores tenemos que re-aprender a pronunciar dichos monosílabos, pero no con la lengua, sino con el alma.

Todo se vuelve más difícil de aprender una vez que se ha alcanzado la maduración biológica, o sea, por ahí de los 30 años. Por ejemplo, yo nunca aprendí a andar en bicicleta, y las veces que a mis 29 he intentado montarla, me tira el miedo a caerme mucho antes de haber rozado el suelo.
Así pues, decir que sí y sobre todo decir que no, se vuelve mucho más amedrentador que nadar en un Amazonas lleno de pirañas.

Durante mis años universitarios siempre me atemorizó decir que no. Decía que sí, incluso antes de que la pregunta fuera lanzada al aire. "Sí, yo lo hago"; "Ah, no vas a poder hacer el trabajo en equipo?, no importa yo hago tu parte; si, también hago la tuya"; "Si, yo te llevo aunque me quede a 40 minutos de camino a mi casa"; "Sí me caes bien"; "Si quiero". Y la verdad es que muchas veces no quise, no me caían bien, me quería ir sola a mi casa sin llevar a nadie, quería que a todos los reprobaran por no hacer su parte y no! no quería hacer la tarea de otros!. Damn it!


Bueno, pues con la novedad de que he empezado a decir "no" y "si" de a de veras.
La más difícil y quizá la primera de todas en mi vida adulta, me costó quedarme sin casa.
Sufrí con el resultado; lloré con la consecuencia; pataleé contra corriente.
Perdí una relación, que parece no estar extinta pero a todas luces no es la misma.
Decir que no, decir lo que yo quería decir me costó perder a otro para recobrarme a mí misma. Y creo que al final el resultado, si lo veo por ese lado, es favorable para mí.
Marcador en el monumental estadio de mi vida:
Tani 1 - La Vida 2,356  
Ahí la llevo.

Ahora, el problema viene cuando uso este nuevo poder reconquistado y lo mezclo con alcohol.
Es como si ya siendo desinhibida, además me dejan caer un cuerpazo por arte de magia. No pues salgo en bikini a todos lados, aunque sea Yukon.
Entonces, mis queridos lectores, alcoholizada y con menos cinco sentidos, pues recurro a sacar lo que tenía tan guardado. A veces cosas que me avergonzaban y que, como el borracho del cuento, termino sacando durante el ahogo etílico, olvidando pues, que bebía para justamente no sacarlas.
Así se me vio la última vez.


Digo muchas cosas. digo que amo y digo que odio. Digo que perdono y que no perdono. Digo que siento cosas que no he sentido pero creo haber sentido y digo que sí puedo caminar aunque me caiga con tacones. Digo un chorro de babosadas, y digo cosas de las cuales me arrepiento no haber traído una pluma, verdaderos enunciados literarios firmados con hipo o eructos reposados en roble blanco.

Recientemente una amiga de Freud, a quien Freud no conoció pero ella sí lo conoció a él mediante los libros, me dijo que mi temor a depender del uso del alcohol para no sentirme sola no era lo que me tenía que preocupar. Sino ver, más allá de las uvas fermentadas y la cruda posterior para revisar, por qué estaba bebiendo de la forma en la que lo he hecho en las últimas semanas-meses.

Corroboré entonces que mi adicción no era al alcohol, sino al monstruo que despierta en mí. Así que no soy alcohólica, simplemente soy un Dr. Jekyll cualquiera con una afección al mister Hyde que en mí habita.
Tomo para liberar a la bestia, a la poderosa, a la que no le cuesta trabajo decir "no" y "si". La que no teme por las consecuencias. A la niña que sigue escondida en algún lugar entre estas veintinueve décadas y estos 8 meses.
Por eso hago llamadas, digo "no me gusta cuando dices tal cosa"; es por eso que digo quién me gusta y quién no. Es por eso que si digo que te amo, lo más seguro es que en realidad lo haga; y que si te digo que te extraño es porque despierta (adulta) me haces mucha falta, pero no lo escucharás de mis corruptos labios.
Por eso mando mensajes y digo "te perdono" aunque el perdón no haya sido pedido, jaja.
Bebo para decirle a mis padres lo que siempre he querido decirles y para escribir lo que llevo cargando en este costal de patatas maduras.

Bebo para volverme una adulta con poderes de niña. Vomito y todo cual bebé, sólo que esta vez no es leche.

Apenas voy pensando, querido lector, pero es por eso que el dicho reza la comparativa entre los niños y borrachos. Porque es real.

Cuenta la leyenda que Peter Pan, en su afán por mantenerse nene, recurría a las cantinas, ahí fue donde conoció a campanita.

Y cuando ustedes beben, ¿despiertan monstruos o se quedan como príncipes y doncellas?
digan la verdad porque los estoy viendo.

sábado, 31 de diciembre de 2011

Teléfono inteligente, bruto llamando.

Con los teléfonos de juguete, jugamos a que me querías. (Ahí dispensen el  mal estado, pero me puse una pedota)


El hombre es el único animal que se emborracha y le llama a su depredador a las cinco de la mañana.
A pesar de que las teclas del Blackberry pueden llegar a representar todo un obstáculo y suelen ser más pequeñas que las yemas de los dedos de los humanos, el animal del hombre se las ingenia para marcar los números que tiene clavados en la memoria.

Mientras el teléfono nos da tono, una se va imaginando qué dirá. –“Hola, estaba pensando en ti”. Es estúpido y soso, no se conseguirá nada con ello, más que la lástima de quien se encuentre del otro lado de las ondas celulares. Sobre todo si ese otro se sorprende de nuestra aparición nocturna, pues no estaba pensando en ti.
Espero con ansias el día en que quien controla las celdas de los satélites, se ponga igual de borracho que yo y no permita que la llamada se lleve a cabo.

En la era de los teléfonos inteligentes, los borrachos trasnochados y solitarios nos hemos vuelto más estúpidos. Pues ya no sólo existe la opción de llamar, sino que desde la comodidad de su fiesta, usted puede espiar a su ser “amado” a través de las múltiples páginas y redes sociales, las que nos dan una suerte de dios ciberespacial y permitiéndonos la omnipresencia, aunque a veces ficticia.

Lo que es peor aún, hay gente que utiliza esas ridículas aplicaciones, en las que se hace de conocimiento humano su locación exacta. Eso sólo empeora la noche de una mujer u hombre con auto y ganas de ser cogido, porque ya no es necesario interrogar a amigos en común para descubrir el paradero del depredador, uno simplemente toma el auto y maneja con rumbo definido. Pueden pasar dos cosas: Puede uno estrellarse contra un árbol o contra el destino.

Personalmente creo que la primera opción es la mejor pues no se termina humillado, sino sólo como un imbécil que tomó alcohol y volante en la misma ecuación. Además se termina ensangrentado y no un charco de lágrimas, hondo, profundo, como los mares que cubren la antártica.

Se vio en tlaquepaque a esta mujer llamando a su amor. Se presume que estaba peda.


Corría el invierno del año 2010. El amor de mi vida se encontraba en otro país. Atravesé fronteras para sacármelo de la mente y no funcionó. Rompí fotos y arrojé al mar canadiense un par de zapatos rosas que me recordaban nuestro andar por calles perfectamente adoquinadas, sin rastros de chicles o colillas de cigarro. La única basura que había alrededor eran los Homeless, o al menos así los trataban los güeros. Como nosotros éramos morenos, los saludábamos. Nos pedían dinero y se los dábamos, no importaba regalar monedas cuando teníamos nuestros ojos clavados en el otro.

Así, llena de recuerdos dolorosos, destruí mi teléfono celular, no tan inteligente, un Motorola rosita, estúpido aparato para resaltar mi feminidad. Antes de estrellarlo contra el tacón de mi bota, arriba del avión le mandé el último mensaje: “Desde aquí te veo”. La verdad es que no lo veía, pero no es necesario tener a un hombre en el campo visual cuando en realidad se lleva en el alma.

Como era de esperarse, en la era moderna no se puede vivir sin celular. Lo intenté, incluso borré mis perfiles en toda clase de redes sociales. No quería caer en la tentación de mirarlo, de espiar lo que hacía, de ver con quién hablaba. Y lo  logré. Por más de 6 meses me mantuve fuera de los radares internautas, más no fuera del alcance de la telefonía celular. A pesar de no contar con un aparato de aquellos, robé el de mi madre toda y cada una de las noches en las que me empedaba.

Llena de alcohol, descifré la clave numérica que tenía que anteponer ante la cifra telefónica de mi amado. Un par de veces marqué a Hong Kong equivocadamente. Mi madre jamás supo quién diablos llamaría a la antigua colonia Inglesa, así que se fue casi a los golpes contra la compañía, argumentando que esas llamadas no las había realizado ni ella ni nadie de su familia.
De todas formas las tuvo que pagar. Casi treinta pesos por minuto, sin contar la tarifa de conexión.
En fin.

Con el pasar de las noches y cervezas me volví experta, aún con la vista borrosa era capaz de marcarle al hombre anteponiendo el 001. En las claves de larga distancia, el cero a la izquierda sí vale.
El muchacho nunca me contestó. Yo sufría:

-“¿Qué estará haciendo?; ¿Por qué no me responde?; ¿Estará con otra?”.

Hombres/Mujeres, contesten no hay que ser, aunque sea para mentársela, de lo contrario una o uno puede caer en un torbellino de supuestos de los que difícilmente se sale vivo o completo, o completamente vivo.

Esta mujer está esperando la llamada de un borracho, pero como es ciega no se ha dado cuenta de que alguien se voló el teléfono.

Pero, ¿qué es lo que nos lleva a caer tan bajo en la escala del deseo?, ¿qué nos hace marcarle a las personas que están lejos, si tenemos un montón de gente a nuestro lado?, además sale más barato entablar una conversación con alguien a quien no se tiene que llamar, ahí las palabras y minutos son ilimitados.

Si no se tiene a un amado, si uno no está enamorado, de todas formas uno encuentra un receptáculo de llamadas nocturnas. ¿Por qué?, ¿Quién será el elegido?

Puede ser el más próximo en la cuenta de los amores pasados, o también puede ser ese alguien que nos inspira algo parecido al deseo. A veces marcamos a gente que creemos nos quiere, sólo para sentirnos queridos cuando más borrachos estamos. Lo peor es que muchas veces los tarados tampoco contestan.

Mi mamá  después de unos tequilitas, marcandole a mi padre.

Por el bien de la humanidad, debería existir un número gratuito al que uno pudiera marcar cada vez que se pone pedo. La línea de ayuda ofrecería consuelo, palabras bonitas al oído y un sin número de razones lógicas por las cuales marcar se vuelve un suicidio en la mente del otro: -“Y es por eso señorita, que usted se debe abstener del dial”.

-“Señor, baje ese teléfono y lentamente ponga las manos en alto”.

Una policía de las llamadas, en pos de la cordura.

Porque si uno viviera eternamente borracho, jamás vendría la culpa, aunque en su lugar sí una cirrosis.
Para el borracho comunicativo y ávido de afecto, el peor momento de la mañana no es cuando la alarma suena, sino cuando se revisa el historial de las llamadas.

A veces he creído que lo soñé y ahí está ese maldito artefacto al cual nunca le falla la memoria.

No ha sido descubierta aún, la frase que abra la puerta que el borracho quiere abrir con la llamada. Una vez estuve más borracha que temerosa, y al escuchar la voz del susodicho, colgué sin ni siquiera dejarlo escuchar mi respiración o ponerle una canción estúpida, en forma de dedicatoria, de esas que se hacían en la secundaria.

Somos unos pobres hombres en busca de afecto, y esa búsqueda se hace vuelve eminente cuando no sólo las copas, sino las botellas se nos han pasado.

Nos volvemos vulnerables ante la sociedad. Nos quitamos todo, la ropa, máscaras, zapatos y vergüenza. Es por ello que a las mujeres se nos derrite el maquillaje mientras más alcohol transpiramos. A los hombres se les mueve el recato y por eso, cuando acuerdan, ya traen la camisa desfajada, las camisas se desabotonan y muestran el pecho, tanto gordos como flacos.

El alcohol nos vuelve más honestos o más idiotas. No lo sé, quizá ambas. Quizá por eso la sinceridad asusta, porque nos hace ver tarados, pero tarados valientes.

Puede ser que la gente alcohólica sea adicta no a lo etílico pero sí a la verdad, y a nosotros que nos caga y amamos las mentiras y los bailes sociales, los confinamos en el rincón de los perdedores comunitarios. Por eso se tienen que volver anónimos.

Y también por eso, quien llama ahogado entre tequila y recuerdos, tiene que hacerlo de preferencia, desde un teléfono que le otorgue el anonimato. Así es más sencillo obtener una respuesta o al menos la reputación permanece intacta.

Yo tengo lo que Freud llamó “El super yo” con la fuerza de Superman, los recursos de Batman y lo fastidioso de una madre con hijos adolescentes. Su kriptonita es el alcohol. Disminuye la fuerza de sus reglas morales, del “qué hacer” consensuado, y por eso no más oigo a mis deseos, cero leyes, cero códigos, sin guías rectas, pura curva.

No sé cuál es la solución. O bien se deja de tomar o bien se deja el teléfono en casa, bajo llave, en caja fuerte o en el cuarto de los padres (para quienes todavía vivimos con ellos).
A veces la opción prepago puede funcionar muy bien como depresor a estas costumbres, pues suele acabarse primero el crédito que el efecto alcohólico.

La humanidad tiene un nuevo mal, que involucra la telefonía celular, licor y ganas de sentirse amado.

Como diría mi hermana: “El verdadero teléfono inteligente, es el que se apaga automáticamente cuando ya estás pedo”. 
La hermana y sus sabias palabras. Después de esas chelas no se le miró más, al parecer fue a marcarle a alguien.