Lo anterior fueron las respuestas que un borracho dio a las preguntas hechas por el Principito al visitar su planeta. "Grown-ups are certainly very, very strange" fue la conclusión de el pequeño cabello dorado.
Mis dos cosas favoritas del mundo. |
Mientras más crezco más compleja me vuelvo, y mientras más compleja me vuelvo más bebo.
La edad adulta es un costal difícil de cargar, sobre todo cuando se intenta ir por la vida viajando ligero.
Como maestra de kinder (ahora retirada), siempre me sorprendió la pulcritud en el pensamiento de los niños, la completa congruencia que existe entre el desear algo y simplemente pedirlo. Ya que los padres se los den, es otra cosa de la que no me voy a ocupar porque yo también fui una niña malcriada.
El asunto que verdaderamente vale la pena para mí recalcar es cómo la vida puede ser tan simple cuando aún no se toma consciencia de ella.
Cuando David, un hermoso niño de 4 años a quien los rulos negros le cubrían las sienes, tenía ganas de jugar sobre el carro de plástico rojo que el kinder prestaba a todos los humanitos, nada lo detenía. Ni siquiera la puerta del salón de clases, una vez que Miss Tani la había cerrado. Eso para él no significaba nada. Tomaba el picaporte, lo giraba hacia la derecha, y voila! David, sus pies y sus llantas eran libres.
Los otros niños, los que no se atrevían porque las reglas ya los habían moldeado y a quienes la Operación Adulto ya se les estaba aplicando, me pedían a gritos que fuera por David, "Mira maestra, él no está haciendo lo que se supone debería de hacer".
Si no hubiera sido por la plastilina debajo de las uñas, hubiera jurado que quienes lo señalaban eran dedos de adulto.
Parece muy fácil para los niños decir: sí me gusta; no me gusta; sí lo quiero; no lo quiero; si voy; no voy.
Las pretensiones y los propósitos escondidos llegan con la edad.
Por eso los niños no mienten, imaginan vidas paralelas. Los adultos, en cambio sólo falsificamos los hechos.
Es por eso que el Principito dice que los adultos somos seres extraños, ser claros nos cuesta trabajo.
Yo no quiero ser adulta todavía, o al menos, no quiero que se me olviden viejas prácticas características de la niñez. Quiero decir "sí" cuando yo quiera, y decir "no" cuando me plazca. A muchos se nos olvida que tenemos ese único súper poder: decidir.
"¿Pero qué tal que si digo que sí, pasa ésto?"
"¿Y si digo que no y pasa aquello?"
Miranda quien tiene 37 años, un marido y dos hijos; se quejó una tarde de cómo extrañaba ir a cenar-bailar-tomar con sus amigas. "¿Qué te detiene de hacerlo?"- le pregunté yo.
-"¡Pues cómo que qué!"- Me contestó como metiéndome una tunda por no ver lo que para ella era evidente. -"Pues por César y mis hijos".
Cuando le dije que sus hijos eran ya unos adolescentes a los que no necesitaba regurgitar la lombriz en sus bocas, me contestó que el problema en sí no eran ellos, si no su esposo.
-"¡Nombre, se enojaría muchísimo, me estaría llamando a cada rato y preguntaría que a qué hora vuelvo!".
-"¡Ah!"- le dije- "Entonces tú decides no ir". Y ella, molesta me dijo -"No, lo que pasa es que no puedo decidir nada".
-"No Miranda, si puedes decidir, pero la consecuencia de decidir hacer algo que extrañas tanto, te atemoriza más que quedarte con las ganas. Ésa también es una elección".
No me entendió, y quizá nunca lo haga. Pero aquella tarde quedó confirmado que para que ella pudiera decirle a su esposo lo que quería hacer, sin que el resultado o la consecuencia fuera más poderosa que el deseo, necesitó tomarse 3 tequilas con coca y dos cervezas. Lo que para una madre con más de 17 años de casada y de abstención representó poco más que una pedota.
Así como cuando de niños aprendimos a hablar, a decir "si" y "no". De mayores tenemos que re-aprender a pronunciar dichos monosílabos, pero no con la lengua, sino con el alma.
Todo se vuelve más difícil de aprender una vez que se ha alcanzado la maduración biológica, o sea, por ahí de los 30 años. Por ejemplo, yo nunca aprendí a andar en bicicleta, y las veces que a mis 29 he intentado montarla, me tira el miedo a caerme mucho antes de haber rozado el suelo.
Así pues, decir que sí y sobre todo decir que no, se vuelve mucho más amedrentador que nadar en un Amazonas lleno de pirañas.
Durante mis años universitarios siempre me atemorizó decir que no. Decía que sí, incluso antes de que la pregunta fuera lanzada al aire. "Sí, yo lo hago"; "Ah, no vas a poder hacer el trabajo en equipo?, no importa yo hago tu parte; si, también hago la tuya"; "Si, yo te llevo aunque me quede a 40 minutos de camino a mi casa"; "Sí me caes bien"; "Si quiero". Y la verdad es que muchas veces no quise, no me caían bien, me quería ir sola a mi casa sin llevar a nadie, quería que a todos los reprobaran por no hacer su parte y no! no quería hacer la tarea de otros!. Damn it!
Bueno, pues con la novedad de que he empezado a decir "no" y "si" de a de veras.
La más difícil y quizá la primera de todas en mi vida adulta, me costó quedarme sin casa.
Sufrí con el resultado; lloré con la consecuencia; pataleé contra corriente.
Perdí una relación, que parece no estar extinta pero a todas luces no es la misma.
Decir que no, decir lo que yo quería decir me costó perder a otro para recobrarme a mí misma. Y creo que al final el resultado, si lo veo por ese lado, es favorable para mí.
Marcador en el monumental estadio de mi vida:
Tani 1 - La Vida 2,356
Ahí la llevo.
Ahora, el problema viene cuando uso este nuevo poder reconquistado y lo mezclo con alcohol.
Es como si ya siendo desinhibida, además me dejan caer un cuerpazo por arte de magia. No pues salgo en bikini a todos lados, aunque sea Yukon.
Entonces, mis queridos lectores, alcoholizada y con menos cinco sentidos, pues recurro a sacar lo que tenía tan guardado. A veces cosas que me avergonzaban y que, como el borracho del cuento, termino sacando durante el ahogo etílico, olvidando pues, que bebía para justamente no sacarlas.
Así se me vio la última vez. |
Digo muchas cosas. digo que amo y digo que odio. Digo que perdono y que no perdono. Digo que siento cosas que no he sentido pero creo haber sentido y digo que sí puedo caminar aunque me caiga con tacones. Digo un chorro de babosadas, y digo cosas de las cuales me arrepiento no haber traído una pluma, verdaderos enunciados literarios firmados con hipo o eructos reposados en roble blanco.
Recientemente una amiga de Freud, a quien Freud no conoció pero ella sí lo conoció a él mediante los libros, me dijo que mi temor a depender del uso del alcohol para no sentirme sola no era lo que me tenía que preocupar. Sino ver, más allá de las uvas fermentadas y la cruda posterior para revisar, por qué estaba bebiendo de la forma en la que lo he hecho en las últimas semanas-meses.
Corroboré entonces que mi adicción no era al alcohol, sino al monstruo que despierta en mí. Así que no soy alcohólica, simplemente soy un Dr. Jekyll cualquiera con una afección al mister Hyde que en mí habita.
Tomo para liberar a la bestia, a la poderosa, a la que no le cuesta trabajo decir "no" y "si". La que no teme por las consecuencias. A la niña que sigue escondida en algún lugar entre estas veintinueve décadas y estos 8 meses.
Por eso hago llamadas, digo "no me gusta cuando dices tal cosa"; es por eso que digo quién me gusta y quién no. Es por eso que si digo que te amo, lo más seguro es que en realidad lo haga; y que si te digo que te extraño es porque despierta (adulta) me haces mucha falta, pero no lo escucharás de mis corruptos labios.
Por eso mando mensajes y digo "te perdono" aunque el perdón no haya sido pedido, jaja.
Bebo para decirle a mis padres lo que siempre he querido decirles y para escribir lo que llevo cargando en este costal de patatas maduras.
Bebo para volverme una adulta con poderes de niña. Vomito y todo cual bebé, sólo que esta vez no es leche.
Apenas voy pensando, querido lector, pero es por eso que el dicho reza la comparativa entre los niños y borrachos. Porque es real.
Cuenta la leyenda que Peter Pan, en su afán por mantenerse nene, recurría a las cantinas, ahí fue donde conoció a campanita.
Y cuando ustedes beben, ¿despiertan monstruos o se quedan como príncipes y doncellas?
digan la verdad porque los estoy viendo. |
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