Casi nunca escribo su nombre en este blog, a pesar de que muchas veces he escrito sobre lo que él me hace sentir, pero creo que hoy es el momento perfecto para mostrarle al mundo, (sí, a esos dos lectores que tengo), cómo se llama el único ser que me ha visto desnuda últimamente, sin contar al nieto del jardinero, de unos 8 años, que me vio sin blusa y sin brasiere por error, mientras recogía el pasto caído en batalla y aniquilado por su abuelo, frente a la puerta de mi cuarto.
Cuando no podíamos tocarnos. |
No voy a hablar de cómo lo conocí, ni de las pinches mariposas monarcas que sentí en la panza estando en Canadá, anidando en mi esófago provenientes de Michoacán. No voy a hablar sobre lo hermosa que fue la primera noche juntos, ni de cómo fue de desastrosa nuestra despedida/divorcio. No voy a hablar de su cabellera larga y enredada, donde a veces he guardado secretos que ni él entiende. Tampoco voy a hablar de sus dedos manchados de pintura, acrílica por casas, de óleo por sus lienzos. No voy a hablar de su amor por una guitarra inexistente ni de cómo me hizo llorar las primeras semanas de nuestro romance. Voy a hablar de lo que casi ninguna pareja quiere hablar: Nuestros pleitos.
Esta foto me la tomé con SU cámara la primera vez que dormí en su casa. Quería dejarle un recuerdo eterno, no creí que duraríamos. |
Como muchas parejas, peleamos por varias cosas: "No dijiste lo que quería escuchar"; "No atendiste el teléfono de prisa"; "Me hiciste cara fea"; "No tendiste la cama como me gusta"; "No te importé"; "No pensaste en mí cuando hiciste ésto o áquello"... "¿Te acuerdas de aquella vez que yo dije que sí a algo que quería decir que no? pues ahora te la cobro". Peleamos porque deja basura en mi auto o porque no alisa las sábanas de mi cama después de estar acostado en ella.
Peleamos porque le quedo mal en la hora, o porque no le aviso que siempre no voy a poder ir a una cita concertada. Hemos peleado porque me pongo borracha y él aún está sobrio; peleamos porque le digo que estoy gorda y él me dice que estoy hermosa.
Esta es de la primera vez que hubo amor en mi casa, la tomó él con mi cámara. |
Peleamos porque quiero que piense lo que yo aún no he pensado.
Peleamos porque uno quiere sexo y el otro no.
Peleamos porque uno quiere estar a dieta y el otro quiere ordenar pizza.
Peleamos porque uno es vegetariano y el otro cree que eso está de moda.
Peleamos porque soy una exigente y se me olvida que le exijo a alguien que me ama.
Peleamos porque soy mandona; peleamos porque él quiere que yo reaccione, o viceversa.
Este día me pidió que fuera su novia. |
Pero, ¿pues es eso lo que hacen las parejas no? Entre los besos, las caricias, las idas al cine, las cenas, las pizzas o sushis y las copas de vino, o entre las noches compartidas, la pelea (el desencuentro), busca un espacio para ejercer distanciamiento... Sólo se pelean quienes son cercanos.
Todos quienes amamos, hemos peleado a quien amamos. Si combatimos es porque tenemos una tierra común, que a veces es una cama.
Creo que hay cierta sanidad en combatir, demuestra que ambos estámos vivos, que ambos seguimos siendo individuos, que no nos hemos alienado, que dentro de esa pareja, aún hay pequeños rasgos de nuestra muestra heterogénea. A mí me encanta el pescado crudo, él no lo soporta. Yo amo el vino tinto, a él le da náuseas.
Cuando empezamos a vivir juntos, nuestra casa de amor. |
Su nombre es Adolfo Guerra, y él es mi batalla, la única que quiero luchar, el único ejército en el que me he enfilado.
En su apellido llevo la causa, y en mi nombre él lleva la suya: Tani significa "iluminada" en zapoteco. Sí, mi mamá es algo hippie.
Nuestra primer salida a desayunar como esposos. |
En una pelea lo más importante, en mi opinión, no es el poder ganarla, sino el poder reconciliarse. No es quién pudo más, sino Qué pudo anteponerse ante el doloroso triunfo del otro: te amo y prefiero seguir contigo.
Cuando mi Adolfo me llevó a comer un pan como el de Audrey Hepburn en Breakfast at Tiffanys por primera vez. |
Me gusta pensar que somos él y yo contra el mundo.
"En la calle codo a codo somos mucho más que dos". Decía mi madre en voz alta cuando yo era pequeña, parafraseando a Mario Benedetti mientras iba manejando en el auto a mitad de camino entre mi escuela y la oficina de mi padre.
Aquí ya teníamos varias reconciliaciones. |
Así, peleados o no, Adolfo Guerra y yo vamos codo a codo en la vida, aunque a veces dejemos de sujetarnos las manos... Pero ¿qué ejército no tiene problemas internos? El ché tuvo que dejar el codo de Fidel; la revolución Mexicana dejó el codo de Zapata. Los gringos y los rusos se súper alejaron los codos al tirar el gobierno Nazi en Alemania. Sin embargo, ellos no tuvieron reconciliaciones... Mi Guerra y yo las tenemos, y eso nos ha hecho un ejército mucho más fuerte, aunque a veces le hagamos ojitos a los contrincantes.
Él me quiere tal y como soy, y yo lo amo por lo que es.
Aquí el amor había crecido tanto como su cabello |
Algunas veces me ha llegado a importar lo que los otros ven de él. Soy humana, me afectan los juicios que hacen los otros. Pero el tiempo me ha hecho ver que esos otros ni siquiera pueden verme bien a mí, entonces cómo podrán ver bien a mi pareja? Digo, no me conocen tanto como él me conoce. No saben qué cara tengo a las 6 de la mañana, con sólo tres horas de sueño, enojada porque tengo que ir a trabajar con una cruda gigantesca. No me han visto hambreada, ni me han visto odiando algo mío. No me han visto siendo el monstruo que puedo ser. Adolfo en cambio, conoce a Mr. Jekyll y Hyde, y no se asusta. A los otros sólo les muestro el rímel y el labial chanel 09 lover. Adolfo me ha visto los labios resecos y los ojos rehúmedos, manchados por recuerdos casi siempre negros, como la mascara givenchy que uso.
La vida es hermosa, y brilla más a su lado. |
Adolfo me ha visto gorda o flaca; aguada o firme, y en ambas ocasiones me ha dicho que soy hermosa. Me ha visto llorando, odiando, maldiciendo y tirada en el suelo. Los otros sólo sonriendo, amando y levantada cual árbol en primavera.
"Amar lo bueno es demasiado fácil, lo importante es que la quieran a una por sus defectos" Decía en el libro La Eternidad Comienza por fin un Lunes, y fue un lunes el día que conocí a Adolfo.
Estar lejos nos hizo más cercanos. |
Cuando mi abuela materna murió, hace 20 años, mi abuelo Carlos escribió: "El hombre que quiere a una mujer no le puede decir, te quiero porque eres bonita, santa o rica, si en verdad la ama tendría que decirle te quiero porque eres tú".
Y creo yo, que mi Guerra me ha querido por ser lo que soy, el soldado que a veces le voltea la cara, el soldado berrinchudo, el soldado llorón y enojadizo, el soldado que nadie quiso por lo anterior, por ser lo que soy.
Llegamos al punto en el que sólo yo sé descifrar sus getos. |
Cuando tenía 18 años tuve un novio a quién yo quise amar como si el mundo estuviera a punto de fallecer, como si ese atardecer fuera el último ante nuestros ojos, como si quisiera arrancarme el corazón en su máxima potencia, para demostrar cuánto podía yo amar. Quise amarlo, quise amarlo tanto, pero gracias a dios él no me lo permitió: "Tani, ya no quiero andar contigo, eres demasiado complicada, te deprimes siempre". Sus palabras fueron un relámpago cargado sobre la copa más alta del árbol de mi ego. "No te quiero porque no eres fácil de querer" Parecía que me decía.
Pinche Juan Carlos (creo que era su nombre).
Sus labios saben a creme brule. |
"No puedo Adolfo, tengo miedo, soy una Almendrita" Fue lo primero que le dije, que le dije en serio, desde el corazón. "Tú no eres Almendrita, eres un gigante". Fue lo primero que me dijo, que me dijo en serio, desde el corazón.
Juntos somos la fogata más recia. |
No creo en el amor eterno, ni creo que sea para toda la vida. Pensar en el futuro es pesado, y a mí no me gusta cargar más allá del peso que puedo ver, del que tengo presente. Ahora lo amo, ahora me ama, hoy peleamos, hoy nos reconciliamos. Eso no es garante de que así será siempre, pero ¿qué importa el siempre cuando no se puede tener en el momento?
Hoy cada quien tiene su cama, pero falta poco tiempo para que volvamos a compartir un campo acolchonado de batalla; donde otra vez su apellido haga gala. Sólo espero que las sábanas moradas que compartíamos sigan apasiguando las llamaradas de dos personas tan intensas que un king size se vuelve necesario.
Adolfo Guerra es la única guerra que también es cuartel.
Nos vemos tan bien juntos, que hasta otros nos toman fotos. |
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