Ustedes son todo lo que tengo. |
Querido Diario:
Hoy fui a llenarme de arte contemporáneo con mis hermanos; me comí unos elotes en la calle; cortejé la mirada de un adolescente; un flan y cucharadas de dulce de leche me hicieron el amor en público; y me dijeron, una vez más dramática.
Si en realidad tuviera un diario, casi todas mis páginas tendrían la palabra "drama" y sus derivados plasmados tan cotidianamente como una fecha o mi firma.
Por cuestiones de fuerza mayor, tuve que escarbar en la memoria por segunda ocasión. para recuperar un cuerpo que recién había sido exhumado durante terapia: ¿Cuándo fue la primera vez que me dijeron "dramática"?.
Los orgullosos padres y sus tres niños: Tani, Aranza e Iván, habitaban un inmueble multifamiliar. Un edificio desde donde el único estadio de fútbol decente de la ciudad, podía asomarse a las calles, donde varios niños jugaban fútbol sin pelota pero con envases vacíos de frutsis, bebidas llenas de colorante artificial.
Los complejos departamentales eran la opción más cercana que tenía la clase media para alcanzar estratos elevados.
Ya no eran vecindades a los lados, eran vecindades hacia el cielo.
Ahí, en el número 4 de Alcázar 1545, habitaba la familia Pérez. 5 humanos, 3 cuartos y un baño. La pesadilla de cualquier hombre que ha experimentado vivir hacinado.
Como era de esperarse, los secretos no duran mucho atrapados dentro de las cuatro paredes de la vivienda propia, y pronto uno se vuelve el tema en los pasillos.
"Conocer a un hombre y conocer lo que tiene dentro de la cabeza, son asuntos distintos" E.H. |
-"¿Supiste que a fulanita la golpeó el marido anoche?"
-"Sí, se escucharon los trancazos hasta mi piso"
-"¿Oyeeee, qué asaltaron a la del 12?"
-"Las muchachas del 8 meten hombres diferentes todas las noches"
-"¿Has escuchado como Griselda, la de la tienda, escucha el mismo cassette de Pandora todas las mañanas?"
-"La niña del 4 grita y llora como si la estuvieran matando"
Yo era la niña del 4 que gritaba como si la estuvieran matando.
Mis padres jamás me pegaron. Salvo una ocasión en la que mi padre perdió la cordura por unos segundos, y me dio con un gancho en la nalga derecha, pues no me quería ir a la cama después de haber visto el show de Anabel Ferrerira.
-"¡Orale niña, a la cama!". No sé si grité, no sé si lloré muy fuerte, pero sí sé que las lágrimas me salían como si la tubería del alma se hubiera roto y la fontanera de mi madre, llegó al rescate.
Pobre Papá, se lamenta hasta la fecha.
"Life is about trespassing borders" R. Kapuscinski |
Quizá las vecinas no hablaban de aquel incidente, de lo que sí hablaron fue el innumerable número de veces en las que grite "¡Mamá, ¿Por qué no me quieres, qué te he hecho?!" Sólo porque no me dejaba salir a jugar sin recoger mi cuarto o porque me regañaba cuando molestaba a mis hermanos menores.
Recuerdo salir al jardín llorando y decir "Mamá, te quiero mucho, por favor quiéreme". Hoy me da risa y mucha vergüenza plasmar tales recuerdos, sobre todo en un lugar tan público como lo es la red. Sin embargo, creo que aquí ya he develado bastantes secretos, porque de eso se trata este blog, de encuerarme en tiempo real.
Mi mamá jamás fue una mala madre, quien la conoce se empalaga con sólo mirarla. Es un dulce de leche, tierno y delicioso, incluso amoldable a las manos de sus hijos, quienes a veces nos hemos aprovechado de su flexibilidad.
No había razón evidente para mis llantos y reclamos. Menos aún, cuando quien reclamaba tenía 5, 6 o 7 años. La gente se sorprendía al conocerme: -"Con que esa es la niña que grita tanto". No lo podían creer.
Con mi estatura corta y mis cachetes rellenos de chocokrispis, era difícil aceptar que el cuerpecito de aquella escuinicla pudiera albergar tanta intensidad.
Recuerdo a mi mamá diciéndome: "Las vecinas me han dicho, 'ay güerita, tú tienes mucha paciencia, mira que aguantar los gritos de tu hija y no volverte loca'. Tani, debes controlarte"
Yo lo escuchaba y me enojaba. Era muy niña para entender que ese enojo no encubría más que el bochorno de haber sido descubierta: el mundo (mis vecinos, para aquella edad), se habían enterado de cómo era, y esa fue de las primeras veces en las que sentí aversión por ser quién yo era.
Poco a poco uno se quita la máscara. |
Una mañana, durante las vacaciones de verano, tocaron a la puerta. Yo estaba ayudando a mi madre a limpiar la cocina.
La Güera, con su larga y blonda cabellera, se dirigió a la entrada, y sin preguntar quien era, abrió sabiendo, por intuición, que era la vecina.
Yo, detrás de mi madre, que vestía un par de pantalones amarillos que aún no puedo olvidar, me ocultada detrás de ella con un trapo gris en la mano izquierda, fingiendo sacudir los libros de la sala: "El Ser y El tiempo" de Martin Heidegger; "El Anticristo" de Friedrich Nietzsche; "La Madre" de M. Gorki; y "Mis Tiempos" Tomo I y II de López Portillo.
En realidad yo sólo quería saber lo que la mamá de Chavita, mi vecino y amigo de juegos, tenía que decirle.
Salvador fue al primer niño a quien le escribí una carta de amor. Se la dejé sobre su cama y escribí con dos crayolas: una roja y una verde.
No recuerdo lo que yo haya escrito en ella, sólo recuerdo haberla dejado sobre su colcha de superman y haberme ido a comer a mi casa.
Ofelia, su madre, llegaba a casa con un montón de hojitas de papel rotas. Las unía con cinta adhesiva y se las mostraba a mi madre.
-"Mira, ésto se lo escribió tu hija a Chavita"- Y ya no pude escuchar más, ambas llegaron al acuerdo de susurrarse los pensamientos, dejándome totalmente sorda.
Ofelia se quedó un par de minutos y luego, recuperando la carta fracturada, se despidió de mi madre y subió a su apartamento.
Un remordimiento me corrió por el cuerpo, me llenó mi baja estatura y me hizo pensar que había hecho algo malo. Mi mamá me dijo, quiero pensar que con ternura: "Hija, eres muy intensa, eres una pequeña muy intensa".
Pasaron los días, quizá meses o posiblemente años. Y volvieron a tocar la puerta. Otra vecina llegaba a casa por un par de tomates para la sopa de pasta que estaba por cocinar y que luego empaparía con su olor el jardín de mis perros.
-"Oye Dolores, por cierto, ¿cuál es tu hija que grita y llora tanto?".
Mi mamá se movió hacía la izquierda, para dejarla ver a sus hijos mientras jugaban en la sala de muebles azules. -"Es ella, la más grande, Tani".
Sin reparos, la mujer me dirigió la mirada y un montón de palabras que aún recuerdo mejor que su cara:
-"Oye niña, podrías ser muy buena actriz, eres bastante dramática. Cuando gritas y lloras uno podría pensar que te están golpeando, de no ser porque conozco a tu madre".
"Las palabras son mis ojos" L. Carrington |
Mi drama no conocía fronteras, llegaba hasta mi escuela.
Durante tercer año de primaria, escribí lo que sería uno de mis primeros cuentos. Se lo entregué a la maestra Lupita, como si fuera una tarea. Ella llamó a mi madre, se vieron y le dijo entre otras cosas, "¡Qué sensible es su hija!".
Nadie me comprendía, sólo la maestra Lupita, por eso diariamente durante los recreos, me formaba en la fila de la tienda para comprarle un Tin Larín. Ella fue mi mejor amiga.
No sólo era dramática, también era un poco gorda. Tenía dos complejos, y los mantengo hasta la fecha.
Las niñas no querían jugar conmigo, y los niños ni siquiera me miraban, a menos de que quisieran saltarse la cola de la tiendita, entonces sí me pedían: "Oye Tani, me compras un lonche de pierna y un refresco?"
Yo soñada decía que sí, era el único momento del día en el que tendría interacción con alguno de los que creí eran mi especie.
Pero no, algunos son especie, otros especiales... Me tardé años para darme cuenta de ello.
Había una niña, Mariana, quien era la popular no sólo del salón, sino de la escuela. Yo, por obvias razones de aceptación, quise ser su amiga, acercármela.
Mi estrategia tenía sólo una táctica: escribirle una carta.
Con un montón de plumas de colores que mi padre recién me había comprado, y un papel rotulado con monitos japoneses, le escribí: "Mariana, quisiera ser tu amiga, eres muy bonita...." y no sé qué más.
Ella la leyó delante de todos los niños que se le acercaban, y pronto comenzaron a reírse de mí. Ella me miró y me dijo: "¡Qué ridícula!"; me voltió la cara y despedazo las hojitas de mi libreta, que mi madre había comprado en la fayuca.
Los pedazos caían sobre el pasto verde de las canchas. Yo veía como los niños se alejaban no sólo de mí, sino de mis palabras. En ese momento quise volverme árbol, el que fuera, sembrarme ahí y que nunca nadie más me notara como humano.
"Hija tú eres muy sensible"
"Tani, tú eres muy intensa"
"Eres una dramática"
Cada vez que alguien me llamada dramática, todos esos recuerdos me vienen a la mente, me inundo, el agua se me mete por los poros del cuerpo y sale por los lagrimales. Esa es la única manera de mantenerme viva, llorando.
El drama siempre me ha acompañado, mientras más crezco más compleja me siento, menos comprendida y más sola.
Durante mis años de secundaria fue cuando más quise renunciar a mí y ser "normal".
Llorando, una noche a los 14 años le dije a mi madre: "Mamá, ya no quiero vivir, quiero ser normal y no puedo". Pobre güerita, la atormenté de por vida con esa frase.
Siempre me quise morir, porque no quería ser quien yo era. No encajaba, no era linda, todo me dolía un montón, todo me parecía difícil y estúpido; no había sentido para casi nada: para qué ir al cine, para qué tener amigos, para qué desear que me invitaran a comer, para qué querer que alguien me quisiera? Todas mis compañeras tenían noviecitos. Yo quería uno para aquí y otro para llevar. Pero nadie quería llevarme, era tan intensa que me volvía pesada para los brazos de cualquier adolescente.
Ahora, con una edad más adulta, la gente sigue llamándome dramática, intensa, sensible y ridícula.
Sigo escribiendo y cada vez con más teatro. Antes me avergonzaba de ello, no de escribir, pero de sentirme como me sentía. ¿Por qué tenía que ser tan complicada? ¿Cómo lograr ser común?
No fue hasta que conocí a otros seres humanos increíbles que me dí cuenta, en el mundo somos toda una clase de personas atormentadas.
Hemingway, Kapusincinsky, Carrington, Plath. No me pongo al nivel de ellos, porque ellos son grandes y yo soy sólo una bola de kleenex usados, con dedos que escriben y a veces curan yagas. Pero sé que ellos, por lo que he leído, sufrieron por sentirse tan ajenos a este mundo como yo.
Muchas veces quise detener mi vida. Ponerle pausa. ¿Cuándo voy a dejar de sufrir Doctor, Psicólogo, Mamá,?, Hasta a Dios llegué a preguntarle: "Oiga usted, don Alto ¿ hasta cuándo? "
Bueno, hoy no quiero dejar de vivir. Al menos hoy no.
"Le hablo a Dios, pero el cielo está vacío" S. Plath |
No quiero cambiar, hoy, ayer y antier, acepté ser quien soy. La muchacha dramática que escribe poemas a hombres que apenas conoce y que los morros se sacan de pedo al leer semejante odisea, innecesaria para ellos,
-"Chale morra, cálmate, eres una intensa".
Hasta que uno se libera por completo, qué ricura. |
Acepté sentirme diferente y no creer que eso es un defecto.
Mi hermano, el león, siempre me lo dice.
Acepto la soledad, acepto que me gusta. Porque estar rodeado me mete a un círculo en el que me termino cansando, no puedo mantener un acto falso por varias horas, a menos de que esté borracha y haya buena música.
Mi mamá me sigue diciendo: "Hija, eres muy intensa"
Pero ahora, en lugar de llorar le leo mi último poema.
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