viernes, 8 de abril de 2011

I'm sorry, but I only know how to suffer in Spanish.


Traigo un brassiere negro cerca del corazón, y en el sur de mi cuerpo, jeans usados en distintos campos laborales, que se ajustan a mi vida como a mi cuerpo. Alguna vez estuvieron llenos de salsa de tomate y grasa de café molido. Hoy es pintura morada y mocos secos de infantes lo que los llena de vida, tanta que ya no caben en mis piernas y se manifiestan tratando de ahorcar mi cadera. Aunque no son cómodos, no me los quito, es difícil despojarse de cosas, sobretodo en la soledad.

Así, camino por mi apartamento y tomo del refrigerador algo que me calme y que me regrese a la cama, no sin antes escribir mientras sorbo la fermentación y la dejo en mi lengua, para no hablar, pues si lo hago me asfixio.

Mis ojos, mi mente, mis recuerdos me engañan a conveniencia. Lo que leo parece romance, y me convenzo de que lo que hago es prosa en movimiento. Tanto es querer que la quieran a uno que cuando a una no la quieren, una se quiere por ellos, pero no es real, es simplemente un simulacro.
Me prometo cosas que los otros no están dispuestos a cumplir, siempre quedo mal ante mí, como si no lograra que los otros firmaran el contrato que yo solita les redacté, para que amarme no sea tan difícil.

Con la cordialidad de las “Buenas tardes”, supongo que las quieren pasar conmigo. Y con lo definitivo de los “adioses”, calculo que en un par de horas estarán tocando la puerta de nuevo. En mi imaginación nadie me ha dejado, ni he dejado a nadie, simplemente el día no ha llegado y por eso ellos no están conmigo.
He conocido al hombre ideal todos los días, y todas las noches  termino desidealizada por ellos.

Ya no quiero ver lo que yo quiero ver, lo que veo es mentira y juegos teatrales, me sé los diálogos, pero mis contrapartes no. Todos saben que tan sólo ésta es la vida, para mí siempre ha sido el guión que he escrito, y como directora de esta película, constantemente encuentro molestias, los actores que he elegido aún no se aprenden sus partes. “Debías amarme con locura después de dos noches de encuentros”; “Debías haberme preguntado por mi vida antes de quitarme la ropa”; “Debiste llamar cuando desee escucharte”; “No debías desaparecer, no aún”; “¿¡Es que nadie ha leído el libreto?!”…

Todos los días edito lo que no sucede, para que parezca que me lo estaba esperando. En el fondo me atormenta la vida que se vive fuera de mi argumento, pero me avergüenza que se note entre el reparto de mi vida, no hay imagen más triste que la de un director que no dirige a nadie, ni a sí mismo.

He querido tomar todos los guiones y lanzarlos al viento, renunciarme y renunciar a mis actos, inyectarme el corazón con dosis de verdad, oxígeno puro que lo detendría en ese mismo instante, alguien debería ponerle un freno, quizá deba ser yo, a fin de cuentas el corazón es mío, nadie saldría dañado. Quizá mi madre, porque las madres aman, es su acto más fuerte y a veces el más débil.
Paradójicamente en esta obra yo nunca he actuado, porque siempre la creí real, creí que así era mi vida, algo mágica, algo trágica, algo no tan normal. 
Pero mi vida es más común de lo que creí, porque no hay magia, ni tragedia, no hay actores qué dirigir, y no por soberbia, sino por un deseo infinito de que la vida sea así, como me la imagino, llena de palabras adecuadas, de frases que hacen y deshacen los días de las personas. De casualidades y encuentros que nos evocan pedacitos de nosotros que creíamos habíamos perdidos. Que en el fondo los acordeones tocaban, donde los pies se levantan cuando se besa a alguien. Que la vida era puro romance, la vida era una canción, un poema, una película, la mancha de un beso rojo en una inmensa pared blanca… Creía que eso era la vida: perlas blancas colgadas de los cuellos, dedos juguetones en los oídos de otro, saliva que no da asco sino valor. Llamadas y llamaradas. Fuego que no quema pero sí que deja marcas. 

Creí que eso era la vida, que eso era mi vida, momentos que ahí debían de ir, nada fortuito, todo pasaba “por algo”, nada pasaba “por nada”. Pero no es así… La vida tiene más episodios por nada que por algo. La naturaleza de tales hechos me parece triste, sin razón de ser entonces da lo mismo que existáis. “Por qué le miré a él; por qué le hablé a él; por qué me imaginé con él; por qué lo llevé a cabo”…

 “Gracias” les he dicho al final. Y como si es necesario decir algo después del agradecimiento, el otro lo dice: “por nada”.
Por nada fue, “de nada” surgió. Y todo aquel momento que nace de la nada, está condenado  a no tener propósito en la vida. Pero qué más da, si la vida no es ese lugar tan maravillosamente romántico y dramático que creí, me era.

Así, a los que no viven en la vida sino en sus vidas, le llaman enfermos mentales. A mi nadie me ha recluido en ningún sanatorio, nadie ha creído que debo sanar algo. Y hoy, que miro lo común de mi vida, sin romance ni acordeones, ni amores fugaces, sin los “por algo”, creo que yo solita debería dirigirme a la hospitalidad de un sanatorio-sanador. Claudicar en la dirección de una vida que no necesita ser dirigida, dejar de ver belleza donde sólo pasan las cosas por nada. Una vida normal, goes down easier, they say, let’s see.